Madre enséñanos a ser un pueblo y una Iglesia hospitalaria y acogedora, a hacer honor a nuestra misión de ser la posta, el
descanso, el refugio, el auxilio, el ánimo que anima a los caminantes.(Mons. Jorge Vázquez, Homilía fiestas patronales 2018)
Propuesta de oración para cada día
Este esquema es solo una propuesta, que puede adaptarse según convenga las circunstancias. La novena tiene distintos temas, que están acompañados por una cita bíblica. Tiene dos momentos, uno personal o comunitario de preparación para meditar el tema, y un segundo momento celebrativo en el templo. La propuesta sería:
- Primer momento de preparación
- Ponerse en presencia de Dios y Oración inicial a la Virgen del Buen Viaje
- Cita bíblica
- Reflexión y actualización del tema
- Preguntas para ir meditándolo en la propia vida personal y comunitariamente.
- Segundo momento celebrativo
- Ponerse en la presencia de Dios y Oración a la Virgen del Buen Viaje
- Cada día puede tener una intención especial
- Acción de gracias por algún fruto de la meditación del día
- Se puede seguir con el rezo del rosario, o con Padrenuestro, Avemaría y Gloria
- Oración de conclusión a la Virgen del Buen Viaje
Día 3
Fenomenología de la Hospitalidad humana
Jn 4 , 5-30
Hospitalidad es una palabra que hoy está muy valorada. Es una experiencia del ser humano, de todos los tiempos y lugares. Meditemos profundizando en su contenido para una experiencia más consciente de sus posibilidades, pero también de sus problemáticas. La hospitalidad no es una relación de comunicación abstracta, o una negociación de intereses. La hospitalidad involucra y compromete la propia vida y la ajena. La invitación es poder llevar la experiencia de hospitalidad humana hasta los límites posibles de la santidad.
Todo ser humano está en relación a un espacio en el que recibe y construye cultura, que podemos llamar como mi hogar o nuestro hogar. Pero al mismo tiempo es dinámico y se encuentra con otros espacios diferentes formándose “fronteras” y “barreras”, que, sin valorar positiva o negativamente, nos ponen ante la pregunta de cómo atravesarlas. Sería totalmente ilusorio soñar con un mundo sin fronteras y sin pluralidad de lenguas y culturas, y, por lo tanto, sin distinción entre ´hogar´ y ´en otro lugar´. Pero también sería mortal y esterilizador creer que uno puede encerrarse en su propia cultura.
El origen de la misma palabra hospitalidad nos ayuda a darnos cuenta de su complejidad. Porque para el griego, huésped y extranjero tenían la misma palabra, (xénos). Ese encuentro podía llevar a una experiencia de hospitalidad u hostilidad. En latín sucede algo parecido, donde “hospes” (huesped) y “hostis” (enemigo) tienen la misma raíz.
Huésped es todo el que llega desde afuera del grupo de origen y es recibido en su condición de tal. Para el que recibe a otro “en su hogar”, la hospitalidad representa un verdadero riesgo, porque no sabe de antemano a quien acoge, quien es ese huésped que se presenta inesperadamente en su hogar. Y aun cuando fuera una persona conocida en otros ámbitos, no tiene el conocimiento de cómo podría ser viviendo como huésped. Es un otro, alguien distinto, un intruso que interfiere en mis costumbres y hábitos. En el punto de partida, por lo tanto, es necesario hacer un acto de confianza, de fe elemental, porque hasta que no cruce el umbral de la puerta no se puede saber si lo hará como amicus (amigo) o inimicus (enemigo). El que es acogido también asume riesgos: en su situación de precariedad, el que recibe puede imponerle sus leyes, sus criterios, costos de cualquier tipo que debe pagar para merecer ese lugar que requiere, incluso quedar esclavo de las necesidades de su anfitrión.
En el comienzo de esa relación no hay una simetría entre quien pide hospitalidad y el que la ofrece. Es un hecho que no se puede negar. Solo al final podría darse un camino de reciprocidad. La asimetría del comienzo es constitutiva y hay que resolverla. Por lo tanto, la hospitalidad involucra tanto al anfitrión que hospeda como al huésped que es hospedado, en un camino que deben recorrer juntos, para lo cual ambos necesitan confianza en el otro. Los caminos no pueden ser moldes prestablecidos, deben buscarse desde la originalidad de cada persona en la infinidad de variantes de situaciones que puedan presentarse.
La causa por la cual se busca hospedaje puede ser por muy diferentes razones: desplazados por la fuerza, pero también por cuestiones económicas, lingüísticas, socioculturales, afectivas, religiosas. Aún con las mejores intenciones del que recibe y el que es recibido, la apertura de la puerta y el primer contacto efectivo que se establece no significan que el huésped y el anfitrión comiencen un tiempo de paz. Puede haber una violencia más o menos indeterminada o explicita. El que es acogido puede instalarse en esa posición y no querer o no poder abandonar la asimetría, quedando en una actitud defensiva. El que acoge, entonces, se enfrenta al descaro de su huésped que parece utilizarlo haciendo una excesiva hospitalidad gratuita de la que se aprovecha. Pero en la mayoría de los casos se da la ambivalencia, el malentendido o la falta de claridad. Eso también puede conducir a la violencia si no se quiere escuchar o entender, o puede transformarse en un deseo de acuerdo.
El camino del malentendido al acuerdo pasa por una interrogación, y en particular por una auto-interrogación. Si uno puede cuestionarse en ese encuentro y tomar conciencia de su propia vulnerabilidad, puede entender la situación de vulnerabilidad del otro que demanda cuidado. Si lo que se ofrece no es simplemente un lugar, sino que uno se ofrece a sí mismo, podrá lograr despertar la confianza del otro, evitando las defensas o ataques, y permitiendo o haciendo más posible su entrega. Llegados a este punto es que se puede hablar de simetría. Y también de reciprocidad entre ambas partes. De este modo, el que acoge puede ser acogido por el otro. Ese camino no es fruto de estrategias o manipulaciones, se trata más bien de un acontecimiento imprevisible, que forma parte de la gratuidad, que es el corazón mismo de toda hospitalidad.
Por último, hay que considerar que la hospitalidad tiene un carácter provisorio. Si bien el encuentro debe transformar a ambas partes en un vínculo de reciprocidad, en algún momento sucederá la partida. Ni el anfitrión buscará retener, ni el huésped desear establecerse indefinidamente. Recibir sabiendo que se irá, establecerse sabiendo que partirá. El desafío es saber el momento oportuno. Cuando llegar, cuando partir. El huésped puede seguir su propio camino y construir su propio hogar. Y el anfitrión volver a construir su hogar con lo que ha recibido de su huésped. Entender ese modo de hospitalidad es lo que permite que la “posta” sea de caminantes.
Revisemos nuestra experiencia humana de hospedar
- ¿Qué capacidad tenemos de recibir a desconocidos? ¿Qué hacemos frente a sus costumbres distintas a las nuestras? ¿Tenemos una actitud de confianza en el que llega, aun cuando no lo conocemos?
- El que llega, ¿se siente cómodo, recibido, o termina siendo esclavo de nuestras disposiciones? ¿Marcamos diferencia y nos mostramos superiores? ¿hacemos sentir menos o inferior al que llega?
- ¿Somos capaces de aceptar y resolver diferencias? ¿Buscamos aclarar cuando hay puntos de vista distintos? ¿Estamos dispuestos a hacer acuerdos con quien llega y nos muestra o propone aspectos que no habíamos pensado?
- ¿Podemos aceptar y mostrar nuestra vulnerabilidad frente al extraño que llega? ¿Buscamos lograr simetría, pensarnos en una situación de igualdad, reciprocidad de vínculos, de acoger y ser acogidos?
- ¿Podemos plantear lo provisorio de esos encuentros sin que eso quite la importancia? ¿Pensamos en el momento oportuno para recibir y despedir?