Queridos hermanos:
Hace más de dos mil años Jerusalén fue signo de todos los pueblos del mundo. La Iglesia toma ese signo. Y así como Jerusalén vivió aquella Pascua bajo la luz de su esperanza, sus realidades de entonces, ahora cada ciudad, cada nación, cada pueblo, esta semana encarna esa esperanza que Cristo trae en las propias realidades de nuestra vida y de nuestra historia concreta. Esto es lo que se llama el sentido litúrgico de las celebraciones.
La liturgia de la Semana Santa no es recuerdo, aquí no estamos solamente evocando que hace tantos siglos Cristo entró a Jerusalén. La liturgia es presencia, es signo de realidades. La realidad es que hoy, este marzo de 2018, desde el panorama de palmas del domingo de Ramos, desde la entrega que Jesús hace de su vida en el servicio y Pasión hasta el jubilo de su presencia resucitada debemos sentir que se juega nuestra vida.
Vivir la semana Santa es para nosotros como comunidad parroquial y educativa instalarnos en el corazón de la vida cotidiana en nuestro aquí y ahora. Para Jesús la ciudad es el lugar de la vida y la conversión del corazón.
Y convertir una vez más nuestro corazón es asumir que en Semana Santa no está en juego una doctrina, ni una teología, ni una religión, ni una Iglesia. Está en juego el hombre y en ese hombre el mismo Dios.
Por eso, queremos invitarlos a vivir esta Semana Santa no como un recuerdo del pasado sino a vivirlo con la esperanza, con la angustia, con los proyectos, con los fracasos de nuestro mundo de hoy, de nuestra patria de hoy, para que Cristo nos anime así como hace más veinte siglos a Jerusalén y al mundo entero que había de vivir de su redención.
Felices Pascuas de Resurrección
Martín Ernesto Bernal
Cura Párroco