El idioma de Dios es otro

El 19 de Octubre de 2024 las chicas y los chicos del Centro Educativo y Terapéutico Rukalén celebraron con nosotros sus comuniones y confirmaciones en la Catedral de Morón.

Agenda de Conciertos | Noviembre 2024

Domingo 17 de Noviembre | 16.30 hs.

Infancias Cantarinas | Adicora Gbon

CORO DE NIÑECES MUNICIPAL CIUDAD DE ITUZAINGÓ
El coro de niñeces Ciudad de Ituzaingó, lleva representando al municipio hace 28 años. De
la mano de su director, Alejandro Fernández Cordaro, han participado de innumerables conciertos, destacando por su variado repertorio popular.

CORO DEL COLEGIO SAN FERNANDO DE HURLINGHAM
El coro del Colegio San Fernando fue fundado por el Mtro. Claudio Sanseverino en 1986. Desde 2011 y hasta la actualidad, su directora es la Prof. Silvia Navarro.
La actividad coral convoca a niños entre los 8 y los 11 años, y busca desde esa práctica musicalizar las infancias.
El coro es un espacio donde la voz de cada niño crece en el encuentro con el otro. Y se proyecta a la comunidad en cada concierto y presentación. A lo largo de estos 38 años el coro del Colegio San Fernando ha participado de distintos conciertos y ciclos corales como » Niños Cantores de Hurlingham «, » ECO Encuentro de Coros y Orquestas», » Primaveras musicales» , » Crecer cantando» y » Los niños cantan en La Matanza».

CORO INFANTIL DE LA MUNICIPALIDAD DE HURLINGHAM
Creado en el año 2002 por la Mtra. Adriana Ottone con apoyo de la Secretaria de Cultura de la Municipalidad de Hurlingham, como parte de la estructura coral de dicho municipio para promover además de la expresión artística, la formación profesional como semillero de los coros Juvenil y Estable.
En el año 2007 asume la dirección el Mtro. Pablo Rodríguez, con la subdirección de la Mtra. Yamila Pereyra. En su amplia trayectoria ha participando de numerosos conciertos en CABA y Provincia de Buenos Aires que incluyen la Iglesia Metodista Central, Centro Cultural Leopoldo Marechal, Facultad de Derecho de la UBA, Catedral de Tandil, entre otros. Fue coro invitado durante varios años a la cena gala a beneficio del Hospital de Niños Padre Elizalde (ex Casa Cuna).
En el año 2019 es convocado a participar de la ópera Tosca, de Giacomo Puccini, como parte de OFEBA (Ópera Festival Buenos Aires) con dirección artística de la Mtra. Graciela de Gyldenfeldt, dirección musical de Helge Dorsch, con puesta en escena a cargo de Boris y vestuario de Mariela Daga, presentándose en la Usina del Arte y Teatro Roma.

Coro de niños “Nuestra Señora de Luján”
El Coro de Niños “Nuestra Señora de Luján” fue fundado por su directora, Mónica Lermán, en el año 1998 con el objetivo de brindar a los alumnos del colegio Parroquial Nuestra Señora de Luján de Morón un espacio para el desarrollo artístico en un contexto coral.
Desde su creación ha experimentado un continuo crecimiento, tanto cuantitativa como cualitativamente Se integra cada año como producto de una convocatoria abierta y bajo el lema “todos podemos cantar”.
Actualmente la agrupación está conformada por niños de entre 9 y 12 años, alumnos de la escuela primaria. Contando también con un Coro en Preparación integrado por chicos de entre 6 y 8 años. Ambos coros están enmarcados en el Proyecto Institucional “Escuela de Canto Coral”, que atraviesa a todo el colegio Nuestra Señora de Luján y consiste en diferentes talleres llevados a cabo por la prof. Mónica Lermán, cuyo principal objetivo es difundir la actividad coral , revalorizándola y teniendo en cuenta que a través de ella el niño logra expresarse, a nivel artístico y emocional.

Domingo 10 de Noviembre | 17 hs.

XXXVII Aniversario | Coro Alberto Ginastera

DÍA 9: Novena a Nuestra Señora del Buen Viaje como “Iglesia Posta de Caminantes”

Encuentros para vivir la espiritualidad sinodal por el camino de la hospitalidad

Madre enséñanos a ser un pueblo y una Iglesia hospitalaria y acogedora, a hacer honor a nuestra misión de ser la posta, el descanso, el refugio, el auxilio, el ánimo que anima a los caminantes.
(Mons. Jorge Vázquez, Homilía fiestas patronales 2018)

Propuesta de oración para cada día

Este esquema es solo una propuesta, que puede adaptarse según convenga las circunstancias. La novena tiene distintos temas, que están acompañados por una cita bíblica. Tiene dos momentos, uno personal o comunitario de preparación para meditar el tema, y un segundo momento celebrativo en el templo. La propuesta sería:

Primer momento de preparación

  1. Ponerse en presencia de Dios y Oración inicial a la Virgen del Buen Viaje.
  2. Cita bíblica.
  3. Reflexión y actualización del tema.
  4. Preguntas para ir meditándolo en la propia vida personal y comunitariamente.

Segundo momento celebrativo

  1. Ponerse en la presencia de Dios y Oración a la Virgen del Buen Viaje
  2. Cada día puede tener una intención especial
  3. Acción de gracias por algún fruto de la meditación del día
  4. Se puede seguir con el rezo del rosario, o con Padrenuestro, Avemaría y Gloria
  5. Oración de conclusión a la Virgen del Buen Viaje

Día 9
Discípulos amados para ser “posta” de María “caminante”
Jn. 19, 26-27

En el cuarto evangelio, Juan hospeda a María. “Desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa” (Jn 19, 27b). María, la que hospedó a Jesús en su vientre, ahora es hospedada por mandato de ese mismo hijo. María, posta de Jesús, pasa a tener su posta en Juan. ¿Por qué Jesús, habiendo experimentado lo que es ser hospedado por María no le pidió que hospedara a Juan? Adentrarnos en el sentido del texto nos ayudará a nuestra propia relación con María.
Para entender este encuentro entre María y Juan al pie de la cruz, situemos estos personajes en el cuarto Evangelio. Para ambos, es la segunda vez que aparecen. María lo hará antes en la escena de Caná (Jn 2, 1-11) y Juan en la última cena (Jn 13, 23- 25). En esta escena, Jesús es el protagonista y es la única escena del calvario donde él toma la palabra. Y junto a él estos dos personajes que no se identifican por su nombre sino por su relación con Cristo: “la Madre” y “el discípulo amado”. A partir de Jesús se relacionan entre ellos, es el fundamento del vínculo. Jesús define las relaciones y los sentidos, porque los revela dentro del plan de Dios. Hospedar a una persona es también hospedar el plan de Dios en él. Es el momento en el que las misiones (la de María – la de Juan) se encuentran en la única misión (del Padre).
Jesús se pone en el centro y comienza el ministerio del mirar. La crucifixión concebida como un castigo en público estaba destinada a servir de advertencia general, por lo tanto la cruz era para ser observada. Dios transforma esa lógica humana de poder y violencia, en otra muy distinta, donde la cruz mirada es la expresión de la mayor entrega por amor. Jesús es mirado para que podamos conocer hasta donde pueden llegar las posibilidades del amor. Y como dijo Benedicto XVI, en esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar.
Jesús empieza a hablar al ver a su madre y al discípulo. Si ellos no están cerca, él no puede hablar. La palabra no es anterior al encuentro. La mirada que estaba puesta hacia Jesús, él mismo la dirige hacia los otros. La expresión “ahí tienes…” que dirige a María y luego a Juan es una fórmula de revelación. Jesús enseña a mirar. Les dice: ahí tienes (mirá) a tu hijo… ahí tienes (mirá) a tu madre. Mirá, contemplá, conocé, aprendé a descubrir aspectos que no habías encontrado antes. La mirada sobre el otro tiene que empezar por la escucha del Maestro, para conocer no solo quien es el otro, sino quien es el otro para mí, y quien es el otro para mí dentro del proyecto de Dios.
María, la madre de Jesús, la mujer
Las dos escenas en que aparece la madre de Jesús están estratégicamente puestas en Juan, una al comienzo y otra al final de la vida pública de Jesús. La escena de la cruz hace clara referencia a Caná. Allí, el hecho de que se mencione a la madre de Jesús en el primer versículo y el que ella plantee la cuestión del vino, claramente endereza la atención del lector hacia ella y sus expectativas. En la escena, María está atenta y se da cuenta del problema (falta vino), le habla a Jesús y le dice la novedad, y cuando no encuentra la respuesta que espera de su hijo, se dirige a los sirvientes (“hagan lo que él les diga”). ¿Qué hace Jesús frente a este modo de relación de María? Toma distancia: le dice “mujer” (se distancia poniéndola en si misma), “que tengo que ver yo” (se distancia en los criterios de las obras), “no ha llegado la hora” (se distancia del vínculo de sangre como madre y lo direcciona hacia el plan del Padre). A lo que se apunta es al discipulado, porque ellos vieron la gloria y creyeron en él (2, 11). En Caná le es rechazada a María su modo de intervención en favor de necesidades terrenas. Todavía no era la hora. Ni de Jesús, ni de María. “Hay que nacer de nuevo/de lo alto” decía Jesús a Nicodemo (Jn 3,3). María nació de nuevo y de lo alto… María aprendió…
Cuando llegamos a la escena de la Cruz es la misma madre de Jesús, pero no actúa del mismo modo. Ella sigue estando cerca (19, 25), pero es Jesús quien la ve (19, 26) y le habla: “ahí tienes a tu hijo” (19, 26). María se deja ver y escucha a Jesús. Pero también lo hará con su discípulo y deja que él disponga de ella para cumplir la voluntad de Dios. Es un nuevo fiat: “el discípulo se la llevó a su casa” (19, 27). María tiene autoridad frente a Juan. En primer lugar, por voluntad de Dios. En segundo, y en coherencia con ésta, la autoridad de la vida de fe vivida. La autoridad no le viene por un título (ser la madre de Jesús), sino por ser discípula en su propia vida. Por eso puede ser madre del discípulo.
El discípulo, es el amado.
De todos los discípulos, esa característica define a éste: es el amado. Un discípulo que se distingue por el amor que le ha tenido Jesús. Un discípulo que se sabe amado. La anterior escena donde aparece este personaje es en la última cena, que Jesús comparte con sus discípulos y donde “los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). En ese contexto, “Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba recostado junto a él en la mesa” (Jn 13, 23). Estaba en el seno, que más allá de lo físico, manifiesta la situación de privilegio, afecto, intimidad entre dos personas. Aún es más fuerte si recordamos que es la misma expresión para describir la relación entre el Padre y el Hijo en el prólogo del evangelio (Jn 1,18). El discípulo amado esta junto a Jesús de la misma manera que Jesús esta con respecto al Padre. El modo característico del discipulado de Juan será entonces estar recostado, descansar, sobre el seno de Jesús. Santa Teresita de Lisieux escribió sobre este discípulo en un poema: “descansó su cabeza sobre tu corazón. ¡Señor, en su descanso conoció tu ternura, comprendió sus secretos!”.
Habitualmente encontramos la traducción que el discípulo “la llevó a su casa”, pero literal del griego es un poco distinta: “la llevó a lo suyo” o “a lo más propio”. Entender que la llevó a su casa, puede quedar reducido a algo material de vivienda o mantenimiento de una madre viuda sin hijos. Entender “lo suyo” como una relación que se establece en un espacio de intimidad espiritual también sería insuficiente. Lo propio del discípulo amado es que es el discípulo por excelencia. “Lo suyo” es ese discipulado especial de amado por Jesús. La madre de Jesús pasa a ser madre del discípulo por excelencia. Las ocupaciones de una madre de carne son bien distintas a las de una madre de discípulo porque no le alcanza a éste con reclinarse sobre el seno del Señor para comprenderlo. No es lo mismo relacionarse siendo un hijo de carne, que un hijo discípulo. A partir del momento de la cruz, esa es la actividad de María. Con respecto a Cana, María pasa de ser de la madre de Jesús a la madre del discípulo. El cambio no solo es de personas. Para comprender el Evangelio en su sentido profundo, “no puede entender quien no recline su cabeza sobre el pecho de Jesús y no haya recibido de él a María como a su propia madre” dice Orígenes.
María tiene una experiencia única de vínculo con Jesús, pero buscará en cada uno de sus discípulos la experiencia única de amor que cada uno tiene con él. La unicidad de vínculo no excluye otras experiencias únicas de amor. María es madre de hijos adultos. Ya no dice “¿por qué nos has hecho esto?” (Jn 2,48), sino que está presente acompañando y dejando que sus hijos cumplan los proyectos de Dios. Aun cuando puedan ser dolorosos, aun cuando no los entienda. En la cruz solo contempla y escucha. No hace nada, solo deja hacer a su hijo. En la cruz no hace nada, solo deja hacer a su nuevo hijo.
María le ofrecerá a Juan no tanto hechos o contenidos, sino la metodología del discípulo con la que ella misma vive: “guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón” (Lc 2, 19), “conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón” (Lc. 2, 51). Las “cosas” son mucho más que palabras. Pueden también ser acontecimientos entendidos a la luz de la fe, es decir, inaccesibles si solo quisieran entendérselas desde categorías humanas. María estando en lo más propio de Juan le enseñará a guardar, meditar, conservar la obra de Dios en su vida, en la historia, y así también poder hacerlo en la vida de los demás. María le enseñará a ser discípulo “inclinando el oído de su corazón”, con invita san Benito. No como un simple ejercicio racionalista de ideas y conceptos, sino como un sereno habitar en y desde el corazón. María, madre del discípulo, tendrá su ministerio no tanto en el contar, sino en el enseñar a guardar y meditar, como la mejor herramienta para el crecimiento del discípulo.
Juan le ofrecerá sus experiencias de amor y ternura. Los latidos de Jesús, en esa última cena, cuando Jesús estaba amando hasta el extremo. Sus latidos grabados en los latidos de Juan que se hacen música a su alrededor. Del mismo modo que Juan descansa en el corazón de Jesús que descansa en el corazón del Padre, así continúa dejando que María descanse en su corazón. Juan le ofrece un modelo de hospedar en el que abre su corazón humano, y lo puede hacer, porque está sostenido por un corazón divino más grande que le ha abierto su corazón. La experiencia de ser imagen del Hijo siendo amado amante. Un discipulado en el que la única obra es “permanecer en el amor” (Jn 15, 9-11) que lleve a obras de amor que sean testimonio (3 Jn 1, 6). La “posta” es una comunidad de discípulos que son amados, amantes y en el mutuo hospedarse se enriquecen recíprocamente sin que cada uno tenga que dejar de ser él mismo.

Revisemos nuestra relación con María para hospedarla siendo discípulos amados amantes

  • ¿Cómo es mi relación con María?
  • “Ahí tienes…” Jesús nos revela a nuestros hermanos y nos enseña a mirarlos, ¿recibimos su ministerio del mirar e incorporamos la mirada que tiene de quienes nos rodean? ¿Aprendemos su ministerio? ¿Es Jesús el fundamento que sostiene mis vínculos? ¿Hospedamos el plan de Dios de los otros?
  • Aunque ya tengamos un camino de fe, ¿podemos como María nacer de nuevo y de lo alto al escuchar al Maestro? ¿Escuchamos a los discípulos amados, a los que tienen experiencia de ser amados por Dios? ¿Tenemos autoridad de vida como discípulos?
  • Como Juan, ¿nos sabemos amados y podemos dar testimonio de ese amor? ¿Descansamos en el corazón del Señor? ¿Tenemos un modo cordial de escuchar la revelación? ¿Tenemos discipulado de amado, es decir, de aquel que aprende a dejarse amar por el Señor?
  • ¿Tomamos a María como madre de nuestro discipulado personal? ¿Pedimos a María que nos ayude a comprender la palabra que recibimos del Señor? ¿Nos sentimos acompañados por María en los momentos de cruz? ¿Entendemos sus silencios?
  • ¿Le pedimos a María que nos enseñe el ministerio de guardar y meditar en el corazón la obra de Dios en los acontecimientos de nuestra vida y fe? ¿Aprendemos el ministerio de guardar y meditar para compartirlo con otros? ¿Le ofrecemos a María nuestras expresiones de amor y ternura provocadas por el Señor?

Oración Día 9

DÍA 8: Novena a Nuestra Señora del Buen Viaje como “Iglesia Posta de Caminantes”

Madre enséñanos a ser un pueblo y una Iglesia hospitalaria y acogedora, a hacer honor a nuestra misión de ser la posta, el descanso, el refugio, el auxilio, el ánimo que anima a los caminantes
(Mons. Jorge Vázquez, Homilía fiestas patronales 2018)

Propuesta de oración para cada día

Este esquema es solo una propuesta, que puede adaptarse según convenga las circunstancias. La novena tiene distintos temas, que están acompañados por una cita bíblica. Tiene dos momentos, uno personal o comunitario de preparación para meditar el tema, y un segundo momento celebrativo en el templo. La propuesta sería:

Primer momento de preparación

  1. Ponerse en presencia de Dios y Oración inicial a la Virgen del Buen Viaje.
  2. Cita bíblica.
  3. Reflexión y actualización del tema.
  4. Preguntas para ir meditándolo en la propia vida personal y comunitariamente.

Segundo momento celebrativo

  1. Ponerse en la presencia de Dios y Oración a la Virgen del Buen Viaje
  2. Cada día puede tener una intención especial
  3. Acción de gracias por algún fruto de la meditación del día
  4. Se puede seguir con el rezo del rosario, o con Padrenuestro, Avemaría y Gloria
  5. Oración de conclusión a la Virgen del Buen Viaje

Día 8
La Eucaristía, “posta” en la tierra “de los caminantes” hacia el cielo
Rom. 12, 1-2

En nuestro peregrinar por este mundo hacia la casa del Padre, la celebración de la Eucaristía es la posta donde adelantamos ese encuentro. “En la Liturgia terrena preguntamos y tomamos parte en aquella Liturgia celestial, que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos” (SC 8). La misa es el cielo en la tierra, un adelanto de lo que un día será eternamente. La Eucaristía es posta de camino, y también posta de los que estuvieron y se fueron por otros caminos. Si en algún momento han pasado por la misa, y quisieran volver, tienen el recuerdo y la experiencia. “De todas las realidades católicas, no hay ninguna tan familiar como la Misa. Con sus oraciones de siempre, sus cantos y sus gestos, la Misa es como nuestra casa” (Scott Hahn).
De la dispersión de la que se viene, porque cada uno viene de un lugar distinto, se pasa a la reunión. Más que los que buscan a Dios, son los que responden a su llamada. Son los convocados por Dios, y eso es lo que llamamos asamblea. Cuando humanamente no entendemos porque tal o cual se encuentra en una Eucaristía, podemos preguntarle a Dios que fue quien lo convocó. El fundamento que sostiene una asamblea litúrgica no son las capacidades humanas de relación, sino Dios y sólo desde él se puede vivir la comunión. “Cada uno” pasa a ser constituido en un “nosotros”, “los reunidos” pasan a ser “una comunidad”. Nadie celebra solo, siempre se concelebra siendo y sintiéndose parte de esa comunidad.
Quisiéramos asociar el momento del acto penitencial a la hospitalidad de la que venimos profundizando. ¿Qué nos aporta la “posta” del acto penitencial dentro del “camino” hacia la comunión? ¿Cómo podríamos experimentar la “hospitalidad” en este rito?
Como la liturgia es obra de la Trinidad, en ella celebramos. Esa es nuestra casa, en ella entramos. Dios es amor, y al entrar en esa casa de amor, nos damos cuenta de que nosotros no lo somos totalmente. Caer en la cuenta del propio pecado a la luz del amor de Dios puede hacernos pensar en que somos pecado, de que esa es toda nuestra realidad. Que la Iglesia nos invite a pensar en penitencia al comenzar la celebración no es para centrarnos en nosotros mismos, sino en Dios. Considerar nuestro pecado nos ayuda a conocer más profundamente a Dios y su amor. No somos pecado, porque nunca dejamos de ser hijos de Dios. Somos hijos, pecadores. El fin del acto penitencial no es tanto que nos reconozcamos pecadores, sino que sepamos que el Padre nos reconoce hijos, aunque no nos comportemos como tales. Es en ese momento penitencial donde nos damos cuenta que la primera realidad no es el pecado, sino el amor, y de que más allá de nuestras posibilidades, Dios no condiciona su modo de amar. Creemos en un Dios que nos ama y al experimentarlo en el acto penitencial, creemos que es amor. No solo lo sabemos, sino que lo creemos. Viéndolo en el contexto más grande como es el amor de Dios, el acto penitencial nos regala un momento de alegría. Sentirse amado, recibido y aceptado hace que la misa sea una fiesta.
Al acercarnos al sentido del acto penitencial, podemos también considerar la importancia que tiene el tema de vivir en la verdad para poder entrar en comunión. Participar de la misa, de la vida de Dios, no puede hacernos caer en la tentación de pensar solamente en nuestro lado espiritual y esconder el que podríamos considerar no apto para Dios. Somos invitados a que todo lo que somos y todo lo que tenemos se haga presente, quizás como no podríamos hacerlo en ningún otro lado. Somos invitados a celebrar la Eucaristía con todo nuestro ser y no llevar simplemente nuestro lado “piadoso” al encuentro con Dios. En al acto penitencial nadie nos acusa, somos nosotros mismos los que nos acusamos y por eso decimos en la oración: “yo confieso, ante Dios todopoderoso, y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho…”.
La eucaristía no es solo lugar de amor y paz. En ella deben tener lugar todas las realidades humanas para llegar al amor y la paz de la comunión. Sabemos que es parte del mundo los conflictos, las luchas, los rechazos, las heridas que provocamos y nos provocan. El acto penitencial hace presente estas realidades para poder enfrentarlas y nos invita a superarlas en experiencias de amor. “Más allá y por encima de estas difíciles y a veces penosas situaciones, e incluso dentro de ellas, hay lugar para la ternura, actitud que trasciende los conflictos y los humaniza, porque la ternura es suplica y aceptación de perdón… no elimina los conflictos, pero si los humaniza” (Gerard Fourez). Hacer del acto penitencial “posta”, nos invita a asumir todas estas realidades y transformarlas en un amor que nos permita continuar nuestro camino hacia la comunión. Que la Eucaristía sea “posta” en la tierra nos hará conscientes, y deseantes, de seguir caminando definitivamente hacia la casa del Padre.

Revisemos nuestra experiencia eucarística como posta de peregrinación hacia la casa del Padre

  • ¿Qué lugar de importancia tiene la Eucaristía en nuestra vida de fe? ¿Pregustamos el cielo? ¿Lo deseamos? ¿Deseamos llegar a la casa del Padre? ¿Cómo nos preparamos para eso?
  • ¿Es la misa un lugar de reunión que nos ayuda con nuestras dispersiones (ya sean interiores o con los hermanos)? ¿Veo a quienes participan como llamados, convocados por Dios? ¿Puedo pasar del yo al nosotros para celebrar como comunidad?
  • ¿Qué experiencia tenemos del acto penitencial en la misa? ¿Ponemos el amor de Dios en el centro o el centro soy yo y mi pecado?
  • ¿Tenemos confianza de reconocer delante de él nuestro pecado? ¿Es una experiencia que me ayuda a crecer como hijo amado? ¿Ese amor del Padre me produce alegría?
  • ¿Podemos presentarnos delante de Dios con toda nuestra verdad, sin ocultarle nada? ¿Podemos integrar en la celebración los conflictos, las luchas, los rechazos y traiciones para humanizarlos y transformarlos con el amor y la ternura de Dios?

Oración día 8

DÍA 7: Novena a Nuestra Señora del Buen Viaje como “Iglesia Posta de Caminantes”

Madre enséñanos a ser un pueblo y una Iglesia hospitalaria y acogedora, a hacer honor a nuestra misión de ser la posta, el descanso, el refugio, el auxilio, el ánimo que anima a los caminantes.

(Mons. Jorge Vázquez, Homilía Fiestas Patronales 2018)

Propuesta de oración para cada día

Este esquema es solo una propuesta, que puede adaptarse según convenga las circunstancias. La novena tiene distintos temas, que están acompañados por una cita bíblica. Tiene dos momentos, uno personal o comunitario de preparación para meditar el tema, y un segundo momento celebrativo en el templo. La propuesta sería:

  • Primer momento de preparación
  1. Ponerse en presencia de Dios y Oración inicial a la Virgen del Buen Viaje
  2. Cita bíblica
  3. Reflexión y actualización del tema
  4. Preguntas para ir meditándolo en la propia vida personal y comunitariamente.
  • Segundo momento celebrativo
  1. Ponerse en la presencia de Dios y Oración a la Virgen del Buen Viaje
  2. Cada día puede tener una intención especial
  3. Acción de gracias por algún fruto de la meditación del día
  4. Se puede seguir con el rezo del rosario, o con Padrenuestro, Avemaría y Gloria
  5. Oración de conclusión a la Virgen del Buen Viaje

Día 7: Posta de caminantes como buscadores de Dios que reciben “como a Cristo” Mt. 25, 31-46

La posta de caminantes tiene el desafío de integrar un aspecto estático (la posta) y otro dinámico (los caminantes que pasan). Para los caminantes, tener un lugar que ofrezca cierta estabilidad, es una posibilidad de descanso y fortalecimiento para continuar su camino. Y si, además, eso que proporciona estabilidad es la experiencia de Dios, mucho más todavía. No es una simple parada de servicios. Después de tantas situaciones del camino y de tantas demandas del mundo, la posta puede ofrecer un espacio y un tiempo para volver a concentrarse en Dios y en su voluntad. Lo mejor y lo más grande que puede ofrecer la posta es la experiencia de una comunidad de Dios y de oración.
La regla de san Benito es un texto dirigido a hombres que buscan a Dios viviendo en comunidad. En el capítulo cuarto, propone el monasterio como un taller que tiene “instrumentos de buenas obras… para el arte espiritual”. La posta de caminantes también podría ser ese tipo de taller. Además, en la Regla también encontramos un capítulo dedicado a la acogida de los huéspedes (Cap 53). Se divide en dos partes. En la primera (vv 1-15), encontramos el fundamento bíblico y se describe el ritual de la acogida de los huéspedes. En la segunda (vv 16-24), lo que importa son las repercusiones que su acogida puede tener en el ámbito de la vida comunitaria. Benito piensa en los problemas concretos que el ejercicio de la hospitalidad plantea a los hermanos a fin de que la vida comunitaria no resulte perturbada en su normal desarrollo por la presencia, necesidades y exigencias de personas ajenas a la comunidad.
En la primera parte del capítulo se concentra en poder recibir “como a Cristo”. A todo el que se presente se lo ha de recibir de este modo, porque “era forastero, y me acogieron” (Mt. 25,35). Así de fuerte es la afirmación. Recibir a un peregrino, a alguien que está de camino por tierras extranjeras, y poder ver en él al mismo Cristo, es un profundo acto de fe. Porque eso es aplicable a todas las personas, y especialmente a los pobres porque en ellos se recibe a Cristo de un modo especial. La hospitalidad es, ante todo, un acto de fe en Cristo recibido en el huésped. El huésped es Cristo: Cristo recibido, servido con amor. No se trata solamente de proclamar que en todo ser humano habita Cristo, sino también el ejercicio de reconocerlo concretamente en cada uno que llega. Buscar a Cristo en el hermano, en todo el que me encuentre, y ejercitar con él un servicio de amor. Para el que recibe, el huésped es la oportunidad de poner en práctica los mandamientos del Señor. Este trabajo exige para sí mismo una atención incesante, un corazón y un espíritu sin división.
Pero no se trata de recibir indiscriminadamente a los huéspedes. No se trata de mundanizar la casa de Dios, sino de introducir en ella al que viene del mundo, librándolo de la carga mundana. Se recibe al que llega, aceptando lo que tiene de Dios, pero no incorporando lo que tenga de pecado y de mundo. Abrir la puerta para dejar entrar tiene la riqueza y el peligro del que llega. Porque también quien recibe tiene en su corazón riqueza y peligro en su humanidad. Y el ruido del mundo puede volver a su corazón. Por eso, antes de establecer un vínculo desde humanidades frágiles y pecadoras, se invita a rezar juntos y dar un saludo de paz (v. 4). De ese modo, el deseo del encuentro será entre personas regeneradas por Dios y que hacia él quieren orientar su vida. Pero la oración también invita a dar gracias a Dios por ese encuentro, mirándolo desde un aspecto providente. Dios ha querido encontrarnos. El punto de encuentro no debe ser el mundo, sino Dios. Y por eso, quien recibe no puede dejar de preguntarse lo que Dios quiere regalarle con esa presencia.
Así como la oración viene antes de la paz, también “la lectura de la Palabra de Dios” debe preceder a las “señales de humanidad” y atenciones que podemos ofrecerle (v. 9). Nuevamente se hace al huésped el honor de considerarlo más que un hombre de mundo, tratarlo como a un hombre espiritual y por eso le ofrece lo mejor de la vida del monje. Lo trata como a uno de los suyos y lo edifica con la Palabra de Dios. De ese modo, aun al huésped secular, se le presenta el misterio de Cristo escondido en él, como también su propia vocación de escuchar a Dios y responderle, a oír la Escritura y orar. Aún cuando el huésped no crea en sus posibilidades religiosas, se lo invita a realizarla.
A quien recibe se lo invita a mostrar humildad. Es una llamada a la conversión de toda posible soberbia, de considerarse más que los demás, aun cuando pueda pensarlo con buenas intenciones. Porque “toda exaltación de sí mismo es una forma de soberbia” (RB 7). Nada nos aleja más de Dios y los hermanos que la soberbia, por eso se lucha contra ella. Benito propone el ejercicio de la humildad. Y ésta sólo es posible haciendo actos en un cuerpo y alma que se abaja, imitando al Señor y teniendo sus mismos sentimientos: “a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí mismo y tomó la condición de esclavo haciéndose semejante a los hombres y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente a la muerte, y una muerte en cruz” (Flp 2, 5-8). Si la tendencia natural del ser humano es a elevarse, la de Dios será abajarse. Dios nos ama, primero, aceptándonos como somos. Si podemos ser humildes con nuestra vida, también podremos serlo con la vida de los demás. Ese sentido de abajamiento es el que está a la base de los actos de humildad que propone: cabeza inclinada, el cuerpo postrado en tierra, adorar en el huésped a Cristo (v. 7).
En la segunda parte del capítulo la atención se pone en el cuidado de la casa, y del corazón del monje. Considera las repercusiones que el hospedaje puede provocar en la comunidad. El ser contemplativo no aleja a Benito en una abstracción alejada del mundo, sino al contrario, le permite conocerlo en mayor profundidad. Por eso se fija en los aspectos positivos y negativos del mundo fuera del monasterio. No demoniza ni canoniza. Por eso, se habla de acogida y separación. El espíritu de la regla nos invita a pensar en cuanto cuidamos el lugar que queremos sea de Dios. Si lo construimos con criterios evangélicos como anticipo del reino y si lo cuidamos del mundo. La preocupación es acoger al que viene del mundo sin dar lugar al mundo. La que acoge es una verdadera casa de Dios, y no debe perder nada de su carácter religioso por el hecho de la recepción. Lejos de ser el mundo el que haga entrar en ella su espíritu, es ella la que debe comunicar el Espíritu de Cristo a los que acoge. El hospedaje no puede asimilarse a la hospitalidad secular, o a las dinámicas hoteleras. Las conversaciones, aunque amistosas, deben buscarse dirigirlas hacia Dios.
Para participar de la casa de Dios, es necesaria la conversión y es parte de la invitación que se le hace al huésped. No se puede entrar y seguir con la misma vida del mundo. Por eso querer entrar requiere también de una decisión de cambio hacia Dios dejando la vida de pecado. No como un criterio selectivo, elitista o sectario, sino como la mejor propuesta para su vida y para que pueda vivir en plenitud. La propuesta de la casa de Dios es ofrecer un lugar y un tiempo donde pueda renunciar al pecado y vivir para él.
Los que viven en la posta, los monjes, son los buscadores de Dios. Ellos pueden vivir la bienaventuranza: “felices los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. La separación es vista en orden a un bien de crecimiento espiritual. Y de ese modo, también actúan sobre los hombres del mundo. La regla no habla de apostolado, en el sentido contemporáneo de la palabra, pero prescribe la edificación del huésped y viviendo la fe en presencia de los hombres es como el monje actúa sobre ellos. La hospitalidad monástica es, después de la vida en oración, el apostolado más específico. El monasterio abre sus puertas y en especial su corazón a todos aquellos hombres que buscan reencontrase con el Señor en un tiempo fuerte de oración y reflexión. De este modo, la hospitalidad genera un doble movimiento. El primero, hacia adentro. El huésped viene buscando una experiencia de la trascendencia de Dios a través del contacto con una comunidad de creyentes, y el monje encuentra al Señor en ese hombre que al visitarlo y al hacerle partícipe directa e indirectamente de sus penas y alegrías, motivará también su oración. El segundo movimiento es hacia afuera. El huésped regresará a su ambiente habitual, reconciliado con Dios y reafirmado en su camino. El monje a su vez se sentirá más encarnado y comprometido con las realidades de los hombres, superando así el orgullo del aislamiento y el egoísmo del desinterés, que siempre lo asechan.
La “posta” puede vivirse como una comunidad de creyentes que buscan a Dios y enseñan a buscarlo, en su corazón, en la presencia de los hermanos y de los que llegan. Una experiencia que se basa más en el trabajo de acciones espirituales que en los discursos, que busca más que persuadir, contagiar lo que vive. Una comunidad que puede compartir la experiencia de Dios en su vida y que quiere vivir en su presencia. Un tiempo y un lugar de Dios que impacte al mundo. Desde ese centro de irradiación comunitaria, todo el que llega puede experimentar la presencia del Señor, en él, en los otros, en el mundo. La conversión será así una consecuencia natural fruto de este encuentro, que invitará a los caminantes a que confirmen, fortalezcan o reorienten el camino de sus vidas hacia Dios.

Revisemos nuestro hospedaje como comunidad que busca y enseña a buscar a Dios

  • ¿Buscamos ser una comunidad de Dios y de oración? ¿Qué instrumentos tenemos para que crezca nuestra espiritualidad? ¿Cuidamos la posta para que se mantenga como casa de Dios?
  • ¿Vemos y tratamos al que llega “como a Cristo”? ¿Lo servimos con el amor que serviríamos al Señor? ¿Ayudamos al que llega a liberar de la carga del mundo? ¿Sabemos cuidarnos para no contagiarnos de esa mundanidad? ¿Rezamos antes de todo inicio de encuentro para que el Señor lo presida?
  • ¿Nos mostramos humildes y con gestos de humildad? ¿Me pregunto qué quiere regalarme Dios con el encuentro de esa persona que llega?
  • ¿Trato al que llega como un hombre espiritual, aun cuando él no lo haga? ¿Le ofrecemos la Palabra de Dios? ¿Buscamos colaborar con la edificación del que llega? ¿Lo invitamos a la conversión?
  • ¿Encuentran en nosotros hombres de oración que desean y buscan a Dios? ¿Enseñamos a buscarlo? ¿Las inquietudes que traen se transforman en nuestra oración?

Oración Día 7

DÍA 6: Novena a Nuestra Señora del Buen Viaje como “Iglesia Posta de Caminantes”

Madre enséñanos a ser un pueblo y una Iglesia hospitalaria y acogedora, a hacer honor a nuestra misión de ser la posta, el descanso, el refugio, el auxilio, el ánimo que anima a los caminantes.

(Mons. Jorge Vázquez, Homilía Fiestas Patronales 2018)

Propuesta de oración para cada día

Este esquema es solo una propuesta, que puede adaptarse según convenga las circunstancias. La novena tiene distintos temas, que están acompañados por una cita bíblica. Tiene dos momentos, uno personal o comunitario de preparación para meditar el tema, y un segundo momento celebrativo en el templo. La propuesta sería:

  • Primer momento de preparación
  1. Ponerse en presencia de Dios y Oración inicial a la Virgen del Buen Viaje.
  2. Cita bíblica.
  3. Reflexión y actualización del tema.
  4. Preguntas para ir meditándolo en la propia vida personal y comunitariamente.
  • Segundo momento celebrativo
  1. Ponerse en la presencia de Dios y Oración a la Virgen del Buen Viaje.
  2. Cada día puede tener una intención especial.
  3. Acción de gracias por algún fruto de la meditación del día.
  4. Se puede seguir con el rezo del rosario, o con Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
  5. Oración de conclusión a la Virgen del Buen Viaje.

Día 6
La posta de caminantes como hospital de campaña
Lc. 10, 25-37

En el año 2013, el P Spadaro en una entrevista le preguntaba a Francisco: “¿De qué tiene la Iglesia mayor necesidad en este momento histórico? ¿Hacen falta reformas? ¿Cuáles serían sus deseos para la Iglesia de los próximos años? ¿Qué Iglesia ´sueña´?”. Francisco respondió: “Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas… Y hay que comenzar por lo más elemental”.
Francisco, con los pies en la tierra, piensa en las heridas que hoy nos tocan vivir, para después poder caminar hacia algún lugar. También a nosotros nos toca pensar en esto, en el momento presente que nos toca y las respuestas que debemos dar. No las que nos gustaría, no las ideales hacia las que podríamos tender. Las que hoy tenemos que atender. Incluso las más incómodas y cuestionadoras. Eso puede requerir dejar o posponer grandes proyectos para acompañar a los que más necesitan.
La mirada que Francisco tiene sobre la Iglesia está contextualizada, y es por eso que dice “Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla”. No idealiza ni espiritualiza. La que está gravemente herida hoy es la mismísima vida humana, su posibilidad, su legitimidad y sentido. Es importante preguntarse entonces, para discernir qué es lo que la ha herido y la sigue hiriendo, cual es la batalla a la que puede referirse el Papa. Si la Iglesia es posta de caminantes, no podemos hablar de caminos futuros si no nos ocupamos de las heridas presentes. Abordar el tema de las heridas no nos tiene que hacer caer en la tentación de que todo está mal o perdido. En el presente también hay muchas y hermosas realidades, fruto de la creatividad y de los distintos avances humanos. Pero será necesario discernir para evitar pesimismos o falsos optimismos. Por eso es necesario discernir evangélicamente la herida profunda que lastima a la humanidad del hombre actual. Hay que ir en búsqueda de la herida epocal.
En primer lugar, podemos pensar que la herida del mundo tiene que ver con una crisis de la economía provocada por la importancia que se la ha llegado a dar. Desde ella, cada vez más, se comprende toda la realidad, y reduce al ser humano como mero homo economicus, un ser de producción y consumo, sometido a los deseos y apetitos básicos y competencia, que genera explotación del hombre por el hombre. Es lo que Francisco llama la cultura del descarte: “hemos dado inicio a la cultura del ´descarte´ que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son ´explotados´ sino desechos, ´sobrantes´”. En esta nueva situación sufren los pobres, y también los ricos que son esclavos de posesiones y posiciones.
Pero se puede dar un paso hacia una herida más profunda, y que, de algún modo, explica la anterior. “En la crisis de la economía se manifiesta una crisis antropológica, una crisis acerca de la comprensión que el hombre actual tiene de sí mismo”.
La racionalidad que junto a la tecnología posibilita al ser humano dar pasos agigantados, le quita también la posibilidad de tomar conciencia, de darse cuenta lo que está pasando y lo que está pasándole. Es el corazón humano quien se enferma, padeciendo los devastadores efectos de la compulsión y del impulso irresistible, que generan depresión, tristeza, y, en lo más profundo, una inconsolable ausencia que afecta al hombre y a Dios. Al hombre, ausencia de lo que hace humano al ser humano. La crisis de racionalidad lo que provoca es que la verdad que antes nos sostenía, ahora somos nosotros quienes tenemos que sostenerla. El peso de la existencia deviene en un modo de vivir “libre” donde no se suma ningún compromiso (visto como un peso), se espera que “alguien” resuelva los propios problemas (me quiten el peso), o simplemente armar un “mundo cómodo” pensando que lo desechado deja de existir (eliminar peso cortando realidad).
La herida, que nos hiere y nos duele, es la de tener que replantearnos nuestra manera de ser humanos. Como nunca, se cargan las tintas en la obligación del hombre de tener que interpretarse a sí mismo de modo exhaustivo y acabado. Podría ser una hermosa oportunidad, pero se vive como una tarea que se lleva adelante con la bronca de lo que no fue, la tristeza de lo que no somos, y la angustia de buscar seguridades en medio de la incertidumbre de no saber hacia dónde ir.
Estas crisis convergentes que llevan a eclipsar el sujeto moderno nos dejan en una pregunta ¿quién ocupará ese lugar vacío? ¿Qué nueva comprensión e interpretación del hombre? No se puede eludir esta situación que heredamos y en la que estamos inmersos. La caída del humanismo progresista ha generado un anti-humanismo o post humanismo, la muerte de Dios y del hombre, y eso ha dejado una herida que aún debemos preguntarnos como asumirla y sanar. En el vacío o vaciamiento también está la oportunidad de la conversión y purificación idolátrica. Es una situación difícil, inédita, pero como dice Francisco: “en todos los momentos de la historia están presentes la debilidad humana, la búsqueda enfermiza de sí mismo, el egoísmo cómodo y, en definitiva, la concupiscencia que nos acecha a todos. Eso está siempre, con un ropaje o con otro; viene del límite humano más que de las circunstancias. Entonces, no digamos que hoy es más difícil; es distinto”.
El nuevo “apostolado” de la Iglesia hospital de campaña es el de ser capaz de curar heridas. Y esa tarea no pasa por discursos, sino por acciones concretas que comprometen la vida de quien necesita ser sanado. Para este nuevo apostolado, también es necesario aprender a preguntar: “Que inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar…” ¡Y cuantas veces hacemos preguntas tan inútiles! ¡Cuántas preguntas inútiles para sentir que nos ocupamos, sabiendo que esquivamos lo que realmente tendríamos que preguntar! Hacer preguntas verdaderas, incisivas, que ayuden a exponer la vida que se quiere acompañar y sanar. Solo sabe preguntar quién primero no tuvo miedo de aprender a preguntarse. Tampoco habrá que preguntar si no vamos a querer responder, ni decir soluciones de las que no nos vamos a comprometer. “Supongan que un hermano o hermana andan medio desnudos, o sin el alimento necesario, y uno de ustedes le dice: vayan en paz, abríguense y coman todo lo que quieran; pero no les dan lo que sus cuerpos necesitan, ¿de qué sirve?” (Sant 2,15) Aprender a acompañar las heridas no puede convertirse en un consultorio egocéntrico de alguien que disfruta de dar “las verdades de la vida”. Acompañar las heridas supone obras, y la generosidad de estar dispuesto a completar algo de lo que el herido no puede asumir por el momento. La motivación de hacerlo no es la vanidad, sino Dios que lo ha hecho antes por nosotros.
Entrar en el campo de batalla es una invitación a salir de la comodidad y de la indiferencia. Entrar en el campo de batalla es entrar en el corazón del hombre para descubrir lo que el otro incluso no se atreve a enfrentar solo. Por eso la Iglesia posta de caminantes, hospital de campaña, no experimenta con los doloridos, sino que debe prepararse para entrar en la experiencia del dolor. “Sus servicios deben ser tantos cuantos dolores hay en nuestras zonas” dijo Mons. Novak. En la Iglesia que es hospital de campaña deben plantearse nuevos ministerios que acompañen las nuevas situaciones de dolor. La salida al campo de batalla son las periferias, las fronteras, los conflictos, la oscuridad y la noche. En la misma entrevista Francisco describe el estilo de los ministros que se necesitan: “deben ser personas capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a sus noches y su oscuridad sin perderse”.
Tratar con la vida, curar heridas, y darle salud, será posible porque Dios derrama su Espíritu para la acción en el servicio y será entonces cuando el ministro pueda ser instrumento, y no obstáculo. El ministro debe “entrar en sus noches y oscuridad sin perderse”, es decir, no solo saber andar, sino también esperar. Deben tener la esperanza que supera toda derrota, porque no hay herida que Dios no pueda sanar: la más grande de la historia, la muerte y el pecado, ya han sido sanadas. No hay vida tan destrozada que no se pueda sanar, y creer en esa convicción será muchas veces la tarea más difícil, para el herido, y para el que sana. Se comienza a sanar cuando se encuentra una esperanza verdadera de salud. En latín salus es salud y salvación. La posta de caminantes se transforma en hospital de campaña cuando puede vivir y hacer vivir la alegría de la salvación.

Revisemos nuestro modo de hospedar y acercarnos al dolor de los peregrinos

  • ¿Consideramos que la humanidad con la que nos encontramos puede estar herida? ¿Pensamos en la gravedad de esas heridas en el hombre concreto con el que nos encontramos? ¿Enfrentamos la herida de la crisis del hombre, que no encuentra sentido ni cómo vivir su humanidad? ¿Acompañamos las heridas que generan las presiones y exigencias desbordantes?
  • ¿Cuáles son las heridas de la humanidad en la que vivimos? ¿Cuáles son las heridas que podemos tener los que miramos la realidad, con las cuales podemos estar condicionándola?
  • ¿Enfrentamos las heridas que provocan el hombre reducido a economía y la cultura del descarte? ¿Atendemos las heridas de los ricos? ¿Atendemos las heridas de los pobres? ¿Qué hacemos frente a eso?
  • ¿Enfrentamos la crisis de comprensión de Dios, que puede llevar a posturas críticas o negacionistas? ¿Cuáles son nuestras heridas como creyentes?
  • ¿Abordamos las heridas presentes o preferimos hacer planes y proyectos futuros? ¿Sabemos preguntar a quien tiene una herida para ayudarlo en el camino de su curación? ¿Nuestro compromiso se traduce en obras concretas? ¿Nos formamos para acercarnos y acompañar distintas situaciones de dolor? ¿Acompañamos con esperanza al herido? ¿Sabemos brindarle esperanza?

Oración Día 6

DÍA 5: Novena a Nuestra Señora del Buen Viaje como “Iglesia Posta de Caminantes”

Madre enséñanos a ser un pueblo y una Iglesia hospitalaria y acogedora, a hacer honor a nuestra misión de ser la posta, el
descanso, el refugio, el auxilio, el ánimo que anima a los caminantes
.

(Mons. Jorge Vázquez, Homilía fiestas patronales 2018)

Propuesta de oración para cada día

Este esquema es solo una propuesta, que puede adaptarse según convenga las circunstancias. La novena tiene distintos temas, que están acompañados por una cita bíblica. Tiene dos momentos, uno personal o comunitario de preparación para meditar el tema, y un segundo momento celebrativo en el templo. La propuesta sería:

  • Primer momento de preparación
  1. Ponerse en presencia de Dios y Oración inicial a la Virgen del Buen Viaje.
  2. Cita bíblica.
  3. Reflexión y actualización del tema.
  4. Preguntas para ir meditándolo en la propia vida personal y comunitariamente.
  • Segundo momento celebrativo
  1. Ponerse en la presencia de Dios y Oración a la Virgen del Buen Viaje.
  2. Cada día puede tener una intención especial.
  3. Acción de gracias por algún fruto de la meditación del día.
  4. Se puede seguir con el rezo del rosario, o con Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
  5. Oración de conclusión a la Virgen del Buen Viaje.

Día 5
Estética de la hospitalidad, o la posta que sabe hospedar belleza
Mt. 11, 25- 30

La palabra estética deriva del griego aisthetikê, que significa ‘sensación’, ‘percepción’, y que deviene del sustantivo aisthesis, ‘sensibilidad’. Habitualmente lo estético se la asocia con lo bello, y desde la filosofía, la reflexión sobre la esencia y la percepción de la belleza. Podríamos decir que pensar estéticamente es descubrir como percibimos la belleza y que hace a alguien o algo bello. La contemplación y producción de lo bello está relacionado con el cultivo de los sentidos y la sensibilidad.
Es un tiempo, aunque pueda sorprendernos, donde se ha descuidado la sensibilidad, por la falta de uso o saturación de los sentidos. Si todo lo que conocemos lo conocemos primero por los sentidos, nuestro conocimiento de la realidad puede ser cada vez más limitado. Algunos piensan el paso del “homo sapiens” al “homo insensatus”, porque al perder los sentidos, perdemos el sentido de las cosas, y en última instancia, el sentido de la vida.
Desde este horizonte, tenemos la posibilidad de percibir y hospedar la belleza de alguien junto con el hospedar a alguien como acción bella. Ser hospedado es la posibilidad de revelar nuestra belleza y la belleza de que alguien me hospede.
La inclinación hacia la belleza material no se condena. Es un comienzo necesario del movimiento de ascenso hacia lo bello en sí. La belleza no solo son los objetos materiales, sino también elementos psíquicos y sociales, caracteres y sistemas políticos, la virtud y la verdad. No se refiere únicamente a lo que agrada a los ojos y al oído, sino a todo lo que causa admiración y aprobación, lo que fascina o lo que gusta. Sin negar que un cuerpo sea bello, pero los pensamientos y las acciones son más hermosos que los cuerpos. Lo bello está más relacionado con la bondad moral que con el placer. Lo bello es bueno, pero más bello lo que es moralmente bueno.
La belleza se manifiesta también cuando descubro algún aspecto de la verdad. Cuando frente a otro capto una novedad de su ser. Eso es un acontecimiento que da nueva luz, modificando nuestra relación con el mundo y nuestra comprensión de la realidad. La manifestación de la verdad es lo que diferencia lo bello de un simple agrado. Lo bello es poetizante, entendiéndolo como esa capacidad humana de imaginar mundos posibles que se expresan en discursos y acciones que buscan transformar el mundo. Lo bello permite ver algo más, como un resplandor, como un don gratuito. Si se desliga de la verdad, lo bello pasa a ser objeto, producto de consumo reducido a un mero “me gusta”.
Esa bondad y verdad del otro mueven a querer incorporarlas en la propia vida. Cuando se llega a la belleza, se experimenta, por un lado, una carencia, una pobreza, que esa belleza pone de manifiesto. Por otro lado, una riqueza, un don que me puede enriquecer, expandir, complementar. Por eso, frente a lo bello uno quiere quedarse, demorarse, dar tiempo. Y quien no es capaz de hacerlo, no dará lugar a que la belleza avance sobre su vida. Quedarse en lo bello es salvarlo para que no se pierda. Salvando la belleza se salva al otro.
Ante la presencia de la belleza, sentimos un llamado al que tenemos que responder, acercándonos. Responder es lo que nos saca del encierro de nosotros mismos. Lo bello no nos aquieta, sino que nos inquieta, nos libera de nuestra propia inmovilidad conduciéndonos a salir hacia el objeto que nos llama. De este modo, la corporalidad se vuelve refleja y deviene en carne vivida. Solo tocado por esa belleza descubro como repercusión o respuesta lo que llevo dentro. Sentirse a sí mismo no es un comienzo, es una respuesta al llamado de lo sensible de otro distinto de mí.
Al encontrarnos con lo bello no es la posesión lo que se busca, sino la unión que genera vida. El ser humano no quiere perder lo bello. La pregunta que le surge es como hacerlo perdurar en el tiempo. Ante lo bello, uno no se comporta de forma pasiva y consumidora, sino de forma activa y generadora. En presencia de lo bello, el alma se ve impelida a engendrar por sí misma algo bello. La belleza no solo está asociada a la bondad y verdad, sino también al amor. La belleza está ligada al amor, porque la belleza está ligada a la fecundidad de la vida. El amor no es amor de lo bello, sino que es amor de la vida que se genera. El amor buscará que la belleza, que es bondad y verdad, permanezca y crezca. Como lo bello no es posesión, sino vinculación a otro, no se la puede sostener en el tiempo sin la fidelidad. No importa si el encuentro fue buscado o por azar, una vez que uno se vincula, vive en la fidelidad, se decide querer mantenerla. Significa justamente el pasaje de un encuentro azaroso a una construcción tan sólida como si hubiese sido necesaria. Porque una vez que la belleza marca mi vida, forma parte de mí, y ya no me entiendo sin ella.
Cuando pensamos esa belleza relacionándola con Dios la llamamos estética teológica. Se trata de pensar nuestra amistad con Dios y lo que implica al aceptar el amor que nos ofrece. Esa vida la llamamos gracia. Dios como gracia es la belleza que cautiva, se dona, toma la iniciativa para la amistad y nos capacita para vivir en comunión. La gracia es la comunicación de la belleza de Dios al hombre. La gracia es una belleza que se comunica generosamente y que no puede ser controlada porque es desbordante. Por lo tanto, nunca podremos sentirnos dueños. No podemos exigir ni calcular.
Sobrenatural será la estética que manifieste la más alta comunicación de Dios al hombre. Dios que es Trinidad, se comunicó en su Hijo Jesús, que nos dio vida muriendo y resucitando por nosotros. Captar ese bello misterio solo puede ser por gracia de Dios. Gracia en el entendimiento de una historia de salvación con una lógica de belleza de amor libre tan distinta y a la vez tan lejana a la humana como es la experiencia de la cruz. Frente a las posibilidades humanas y pasajeras de vida y amor, será la suprema belleza reconocer el amor libre de Dios que da vida eterna al hombre de forma absolutamente gratuita.

Oración Día 4

DÍA 4: Novena a Nuestra Señora del Buen Viaje como “Iglesia Posta de Caminantes”

Madre enséñanos a ser un pueblo y una Iglesia hospitalaria y acogedora, a hacer honor a nuestra misión de ser la posta, el
descanso, el refugio, el auxilio, el ánimo que anima a los caminantes
.

(Mons. Jorge Vázquez, Homilía fiestas patronales 2018)

Propuesta de oración para cada día

Este esquema es solo una propuesta, que puede adaptarse según convenga las circunstancias. La novena tiene distintos temas, que están acompañados por una cita bíblica. Tiene dos momentos, uno personal o comunitario de preparación para meditar el tema, y un segundo momento celebrativo en el templo. La propuesta sería:

  • Primer momento de preparación
  1. Ponerse en presencia de Dios y Oración inicial a la Virgen del Buen Viaje.
  2. Cita bíblica.
  3. Reflexión y actualización del tema.
  4. Preguntas para ir meditándolo en la propia vida personal y comunitariamente.
  • Segundo momento celebrativo
  1. Ponerse en la presencia de Dios y Oración a la Virgen del Buen Viaje.
  2. Cada día puede tener una intención especial.
  3. Acción de gracias por algún fruto de la meditación del día.
  4. Se puede seguir con el rezo del rosario, o con Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
  5. Oración de conclusión a la Virgen del Buen Viaje.

Día 4
Jesús de Nazaret y los rasgos de santidad en su hospitalidad

Lc. 7, 36-50

Recorriendo los evangelios, nos encontramos con un Jesús caminante que se encuentra con muchas personas. Muchas veces encontramos a Jesús siendo hospedado, pero en ningún momento encontramos que Jesús hospede en una casa. ¿Hospeda? ¿Dónde? Jesús no tenía una posta donde recibir, o por lo menos, no era lo que se quiso mostrar de él. Su “posta” era su mismo cuerpo: “no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo” (Hb 10,5).
En cada encuentro con los que se cruzaban en su camino, podemos ver la universalidad de su acogida, el vacío interior necesario para que otros puedan encontrar ahí su lugar único y sean engendrados en la fe, y finalmente, la inversión que, en ciertos casos, hace que el huésped recibido por Jesús sea quien lo reciba. Pero la hospitalidad de Jesús de Nazaret se orienta hacia la incondicionalidad cuando, aceptando hasta el final el riesgo de la vulnerabilidad y el posible cambio del amigo en enemigo, pone en juego “toda” su existencia. Por ejemplo: «El que me va a entregar es uno de los que mojan su pan conmigo en el plato” (Mt 26, 23). En este punto de inflexión su hospitalidad se revela como santa y su santidad como hospitalaria. La novedad de la forma en que Jesús vive en el mundo se caracteriza por un cierto tipo de relación, comprometida con aquellos que se encuentra inesperadamente, y por el efecto que resulta de ello. Lo original del hospedar de Jesús no está relacionado con un lugar, sino que él mismo se hace lugar, y lo hace para todos. En él se ve claramente como “Dios no hace acepción de personas” (Hch 10, 34). Lo universal, el “para todos” es lo que lo distingue de otras posibilidades humanas de hospedar.
¿Cómo logra Jesús hospedar de ese modo? Es un estilo de hospedar en el que se combinan tres aspectos. El primero es la integridad que tiene consigo mismo, en una unidad de pensamiento, palabra y acción, en el que no hay lugar para la mentira. El segundo es la capacidad de empatía, es decir, simpatía y compasión con los demás, sea quien fuera, la posibilidad de ponerse en el lugar del otro sin abandonar jamás el propio lugar. El tercero es el mantenimiento de estas dos actitudes frente al enemigo, lo que implica una nueva relación con la vida y con la muerte, tal como lo ritualiza la última cena. Esto es posible porque su hospedar esta sostenido por aquel a quien él llama “Abba Padre”. Su hospitalidad santa solo se dejó a sí mismo en el cuerpo y la sangre en la Eucaristía. No necesitó hacer escritos ni construir monumentos. Comprendemos hoy la hospitalidad de Jesús por los primeros cristianos que empezaron a escribir a partir de sus experiencias de hospitalidad radicales en su apertura y en referencia al amor de Dios como viviente en medio de ellos.
La hospitalidad santa de Jesús se caracteriza por la capacidad de aprendizaje o desasimiento de si, y esto en beneficio de una presencia para “cualquiera sea”, aquí y ahora. Los relatos evangélicos nos muestran que cuando le toca hablar de sí mismo posterga constantemente la cuestión de su identidad, rehusándose a que sea fijada prematuramente. Actitud que es expresión de su singular capacidad para aprender de “todo aquel que venga”, así como de cualquier situación nueva que se le presente. De este modo crea un espacio de libertad a su alrededor y proximidad bienhechora a aquellos que vienen a su encuentro. Este espacio de vida les permite, por un lado, descubrir su propia identidad, y por otro, acceder al conocimiento del Señor a partir de lo que ya los habita en profundidad, y que súbitamente se expresa en un acto de fe. Fruto que Jesús sabe reconocer y valorar en el que está enfrente. Jesús de Nazareth es el Hijo de Dios. Suspender momentáneamente la cuestión de su propia identidad y anular los efectos sobrenaturales de su presencia, abren un espacio de amplitud y profundidad. Es ahí donde otros pueden designarlo e identificarlo, al mismo tiempo que se identifican en su propia ´unicidad´; y es justamente ahí, en ese espacio de vida, donde la ´misteriosa´ identidad del nazareno es capaz de atravesarlos.
Lejos de ser una expresión de debilidad, el desasimiento de sí y su capacidad de aprendizaje, son más bien el signo de una autoridad o de una fuerza cuyo secreto es su concordancia consigo mismo. Irradia vida, pero con un resplandor, sin embargo, que no encandila, sino que se vuelve discreto, e incluso se desvanece en beneficio de “cualquiera sea”. La novedad, tal como emerge con Jesús, “re-encuadra” lo antiguo haciéndolo ver y escuchar de una manera nueva, lanzando así nuevamente la historia de una manera complemente diferente. Se trata de una manera “hospitalaria” de ubicarse en medio de los muchos modos de habitar un mismo mundo cotidiano y de situarse en relación con ellos. Encontrarse con el Nazareno, contemplarlo en su hospedar y experimentarlo confiadamente siendo hospedados hará que nuestra comprensión, experiencia y experimentar a otros pueda realmente llegar hasta los límites de la santidad.

Revisemos nuestra identificación con Jesús y el modo de vivir la hospitalidad como santidad

  • ¿Podemos hospedar en el propio cuerpo, dar espacio interior para recibir y que crezca la vida del otro? ¿Puedo correrme y correr mis cosas para darle lugar? ¿Aceptamos recibir a todos, sin acepción de personas o ponemos condiciones de categoría de personas?
  • ¿Buscamos la integridad, es decir, la coherencia entre el pensamiento, las palabras y las acciones? ¿Tenemos empatía para ponernos en el lugar de lo que está viviendo el otro? ¿Podemos frente al enemigo o traidor hospedar sin reclamarles nada, sostenidos por el amor del Padre?
  • ¿Somos capaces de aprender de toda persona que se acerca? ¿Damos libertad y confianza para quien quiera acercarse? ¿Mi modo de hospedar se hace anuncio de Buena Noticia?
  • ¿Damos espacio y tiempo para que surja la fe que ya habita en lo profundo del otro y que quizás aún no conoce o descubre? ¿Sabemos reconocerlo y valorarlo?
  • ¿Podemos ser capaces de irradiar vida sin que eso encandile y que otros puedan hacer crecer sus vidas?

Oración Día 4

DÍA 3: Novena a Nuestra Señora del Buen Viaje como “Iglesia Posta de Caminantes”

Madre enséñanos a ser un pueblo y una Iglesia hospitalaria y acogedora, a hacer honor a nuestra misión de ser la posta, el
descanso, el refugio, el auxilio, el ánimo que anima a los caminantes
.

(Mons. Jorge Vázquez, Homilía fiestas patronales 2018)

Propuesta de oración para cada día

Este esquema es solo una propuesta, que puede adaptarse según convenga las circunstancias. La novena tiene distintos temas, que están acompañados por una cita bíblica. Tiene dos momentos, uno personal o comunitario de preparación para meditar el tema, y un segundo momento celebrativo en el templo. La propuesta sería:

  • Primer momento de preparación
  1. Ponerse en presencia de Dios y Oración inicial a la Virgen del Buen Viaje
  2. Cita bíblica
  3. Reflexión y actualización del tema
  4. Preguntas para ir meditándolo en la propia vida personal y comunitariamente.
  • Segundo momento celebrativo
  1. Ponerse en la presencia de Dios y Oración a la Virgen del Buen Viaje
  2. Cada día puede tener una intención especial
  3. Acción de gracias por algún fruto de la meditación del día
  4. Se puede seguir con el rezo del rosario, o con Padrenuestro, Avemaría y Gloria
  5. Oración de conclusión a la Virgen del Buen Viaje

Día 3
Fenomenología de la Hospitalidad humana
Jn 4 , 5-30

Hospitalidad es una palabra que hoy está muy valorada. Es una experiencia del ser humano, de todos los tiempos y lugares. Meditemos profundizando en su contenido para una experiencia más consciente de sus posibilidades, pero también de sus problemáticas. La hospitalidad no es una relación de comunicación abstracta, o una negociación de intereses. La hospitalidad involucra y compromete la propia vida y la ajena. La invitación es poder llevar la experiencia de hospitalidad humana hasta los límites posibles de la santidad.
Todo ser humano está en relación a un espacio en el que recibe y construye cultura, que podemos llamar como mi hogar o nuestro hogar. Pero al mismo tiempo es dinámico y se encuentra con otros espacios diferentes formándose “fronteras” y “barreras”, que, sin valorar positiva o negativamente, nos ponen ante la pregunta de cómo atravesarlas. Sería totalmente ilusorio soñar con un mundo sin fronteras y sin pluralidad de lenguas y culturas, y, por lo tanto, sin distinción entre ´hogar´ y ´en otro lugar´. Pero también sería mortal y esterilizador creer que uno puede encerrarse en su propia cultura.
El origen de la misma palabra hospitalidad nos ayuda a darnos cuenta de su complejidad. Porque para el griego, huésped y extranjero tenían la misma palabra, (xénos). Ese encuentro podía llevar a una experiencia de hospitalidad u hostilidad. En latín sucede algo parecido, donde “hospes” (huesped) y “hostis” (enemigo) tienen la misma raíz.
Huésped es todo el que llega desde afuera del grupo de origen y es recibido en su condición de tal. Para el que recibe a otro “en su hogar”, la hospitalidad representa un verdadero riesgo, porque no sabe de antemano a quien acoge, quien es ese huésped que se presenta inesperadamente en su hogar. Y aun cuando fuera una persona conocida en otros ámbitos, no tiene el conocimiento de cómo podría ser viviendo como huésped. Es un otro, alguien distinto, un intruso que interfiere en mis costumbres y hábitos. En el punto de partida, por lo tanto, es necesario hacer un acto de confianza, de fe elemental, porque hasta que no cruce el umbral de la puerta no se puede saber si lo hará como amicus (amigo) o inimicus (enemigo). El que es acogido también asume riesgos: en su situación de precariedad, el que recibe puede imponerle sus leyes, sus criterios, costos de cualquier tipo que debe pagar para merecer ese lugar que requiere, incluso quedar esclavo de las necesidades de su anfitrión.
En el comienzo de esa relación no hay una simetría entre quien pide hospitalidad y el que la ofrece. Es un hecho que no se puede negar. Solo al final podría darse un camino de reciprocidad. La asimetría del comienzo es constitutiva y hay que resolverla. Por lo tanto, la hospitalidad involucra tanto al anfitrión que hospeda como al huésped que es hospedado, en un camino que deben recorrer juntos, para lo cual ambos necesitan confianza en el otro. Los caminos no pueden ser moldes prestablecidos, deben buscarse desde la originalidad de cada persona en la infinidad de variantes de situaciones que puedan presentarse.
La causa por la cual se busca hospedaje puede ser por muy diferentes razones: desplazados por la fuerza, pero también por cuestiones económicas, lingüísticas, socioculturales, afectivas, religiosas. Aún con las mejores intenciones del que recibe y el que es recibido, la apertura de la puerta y el primer contacto efectivo que se establece no significan que el huésped y el anfitrión comiencen un tiempo de paz. Puede haber una violencia más o menos indeterminada o explicita. El que es acogido puede instalarse en esa posición y no querer o no poder abandonar la asimetría, quedando en una actitud defensiva. El que acoge, entonces, se enfrenta al descaro de su huésped que parece utilizarlo haciendo una excesiva hospitalidad gratuita de la que se aprovecha. Pero en la mayoría de los casos se da la ambivalencia, el malentendido o la falta de claridad. Eso también puede conducir a la violencia si no se quiere escuchar o entender, o puede transformarse en un deseo de acuerdo.
El camino del malentendido al acuerdo pasa por una interrogación, y en particular por una auto-interrogación. Si uno puede cuestionarse en ese encuentro y tomar conciencia de su propia vulnerabilidad, puede entender la situación de vulnerabilidad del otro que demanda cuidado. Si lo que se ofrece no es simplemente un lugar, sino que uno se ofrece a sí mismo, podrá lograr despertar la confianza del otro, evitando las defensas o ataques, y permitiendo o haciendo más posible su entrega. Llegados a este punto es que se puede hablar de simetría. Y también de reciprocidad entre ambas partes. De este modo, el que acoge puede ser acogido por el otro. Ese camino no es fruto de estrategias o manipulaciones, se trata más bien de un acontecimiento imprevisible, que forma parte de la gratuidad, que es el corazón mismo de toda hospitalidad.
Por último, hay que considerar que la hospitalidad tiene un carácter provisorio. Si bien el encuentro debe transformar a ambas partes en un vínculo de reciprocidad, en algún momento sucederá la partida. Ni el anfitrión buscará retener, ni el huésped desear establecerse indefinidamente. Recibir sabiendo que se irá, establecerse sabiendo que partirá. El desafío es saber el momento oportuno. Cuando llegar, cuando partir. El huésped puede seguir su propio camino y construir su propio hogar. Y el anfitrión volver a construir su hogar con lo que ha recibido de su huésped. Entender ese modo de hospitalidad es lo que permite que la “posta” sea de caminantes.

Revisemos nuestra experiencia humana de hospedar

  • ¿Qué capacidad tenemos de recibir a desconocidos? ¿Qué hacemos frente a sus costumbres distintas a las nuestras? ¿Tenemos una actitud de confianza en el que llega, aun cuando no lo conocemos?
  • El que llega, ¿se siente cómodo, recibido, o termina siendo esclavo de nuestras disposiciones? ¿Marcamos diferencia y nos mostramos superiores? ¿hacemos sentir menos o inferior al que llega?
  • ¿Somos capaces de aceptar y resolver diferencias? ¿Buscamos aclarar cuando hay puntos de vista distintos? ¿Estamos dispuestos a hacer acuerdos con quien llega y nos muestra o propone aspectos que no habíamos pensado?
  • ¿Podemos aceptar y mostrar nuestra vulnerabilidad frente al extraño que llega? ¿Buscamos lograr simetría, pensarnos en una situación de igualdad, reciprocidad de vínculos, de acoger y ser acogidos?
  • ¿Podemos plantear lo provisorio de esos encuentros sin que eso quite la importancia? ¿Pensamos en el momento oportuno para recibir y despedir?

DÍA 2: Novena a Nuestra Señora del Buen Viaje como “Iglesia Posta de Caminantes”

Madre enséñanos a ser un pueblo y una Iglesia hospitalaria y acogedora, a hacer honor a nuestra misión de ser la posta, el
descanso, el refugio, el auxilio, el ánimo que anima a los caminantes
.

(Mons. Jorge Vázquez, Homilía fiestas patronales 2018)

Propuesta de oración para cada día

Este esquema es solo una propuesta, que puede adaptarse según convenga las circunstancias.
La novena tiene distintos temas, que están acompañados por una cita bíblica. Tiene dos
momentos, uno personal o comunitario de preparación para meditar el tema, y un segundo
momento celebrativo en el templo. La propuesta sería:

  • Primer momento de preparación
  1. Ponerse en presencia de Dios y Oración inicial a la Virgen del Buen Viaje
  2. Cita bíblica
  3. Reflexión y actualización del tema
  4. Preguntas para ir meditándolo en la propia vida personal y comunitariamente.
  • Segundo momento celebrativo
  1. Ponerse en la presencia de Dios y Oración a la Virgen del Buen Viaje
  2. Cada día puede tener una intención especial
  3. Acción de gracias por algún fruto de la meditación del día
  4. Se puede seguir con el rezo del rosario, o con Padrenuestro, Avemaría y Gloria
  5. Oración de conclusión a la Virgen del Buen Viaje

Día 2
Hospitalidad, conversión y discipulado. Peligros de la posesión y la prisa
Lc. 10, 38- 42

Para poder profundizar en el tema de la hospitalidad, nos conviene tener una posición de discípulos. Una cosa es pensar en hospitalidad, y otra distinta su ejercicio. Una cosa es pensar cómo puedo hospedar, y otra distinta es tener alguien enfrente para hacerlo, porque no siempre sabemos reaccionar o actuar de la mejor manera.
En el Evangelio de Lucas encontramos una escena interesante para nuestro abordaje: el encuentro de Jesús con Marta y María (Lc 10, 38- 42). Allí vemos que el servicio puede tener dos dinámicas con leyes y criterios distintos: los que sirven desde las cosas de este mundo (= Marta); y los que sirven desde la voluntad de Dios (= María), que necesariamente lleva la experiencia de vida a la oración. Veamos estas dos dinámicas.
Marta nos ilustra la primera dinámica. Podríamos decir que por Marta llegó Jesús a María, ella fue el instrumento de ese encuentro, y en ese sentido, un bien invalorable para su hermana. Pero no es suficiente, porque también Marta parece la dueña de la casa: es “su” casa. Ella puede invitar, recibir, o marginar. Sentirse dueño de un lugar es disponer a propio antojo de quien entra, sale o queda afuera. Tener posesión de un lugar puede llevarnos a creer que los otros también son posesiones de las que puedo apropiarme o descartar. Disponer de la casa puede llevarnos a disponer de vidas que no son nuestras. Y cuando queda ese modo de actuar, podemos aplicarlo también en lugares que no son nuestros. Marta cree que le está diciendo a Jesús una verdad de su modo de ser y actuar. Pero esa es una conclusión de lo que supone sin comprobarlo. Dice lo que le parece, sin pensar ni discernir. Pone en Jesús un problema (no te importa) cuando lo que expresa es su propio sentimiento (no me siento importante). A pesar de decirle Maestro, Marta se desubica y quiere enseñarle. Marta le da órdenes a Jesús (dile que me ayude) y espera que confirme su autoridad frente a María. Le dice a Jesús lo que tiene que hacer pensando qué es lo mejor para ella y para su hermana. Se pone a dar órdenes, en vez de obedecer. Puede mezclarse en ella el deseo de “servirlo mejor” con los sentimientos sobre su hermana a la que quiere dominar. En el nombre de Dios podemos hacer cosas que en realidad, solo son una justificación de nuestra fragilidad o pecado. Una buena causa, una mala motivación. Marta piensa que María está perdiendo el tiempo. Ella está en una dinámica de utilidad y producción, de hacer y ser eficiente, de acciones que se plasman en cosas visibles. Desde esa lógica, lo que María hace no tiene sentido y pierde el tiempo. Lo importante está haciéndolo ella. Y así va diciendo que es lo importante y que no, imponiendo sus leyes y criterios. Marta se agita y se preocupa. No se da cuenta de su estado interior, y es Jesús quien le hace de espejo. Podemos caer en el error de pensar que por estar en las cosas de Dios somos automáticamente espirituales. O creer que por hacer muchas cosas tenemos más fe. Buscando un aparente bien, que Jesús este cómodo en su casa, pierde su bienestar, su tranquilidad, su paz. En lugar de que el servicio dilate su corazón con actos de amor, termina encerrada en sus preocupaciones. Porque la pre-ocupación de sus pensamientos no deja lugar a la ocupación. Así pierde presencia y calidad de servicio. Marta necesita tener algo (la casa) y hacer algo (servir) para sentir que tiene derecho o méritos. Cree que se “ganó” la visita, que “le es debida” y no que Jesús pasa porque quiere. Marta piensa que tiene que ganarse o comprar el amor, si no tuviera nada, si no hiciera nada, ¿sería alguien capaz de aceptarla y amarla por lo que ella es? No conoce la libertad y gratuidad de Jesús para amarla por sí misma, antes e incluso más allá de lo que haga. Marta prefiere estar en las cosas de Jesús, y no con Jesús. En el fondo, Marta nos muestra como a veces preferimos quedarnos sirviendo a los demás y postergando nuestra relación personal con el Señor. El servicio también puede ser un entretenimiento o escape para no enfrentarnos con las cuestiones más profundas. Mirar hacia afuera, para no tener que mirar hacia adentro. El encuentro íntimo con Dios puede generarnos miedo o vergüenza, y podemos evitarlo compensándolo con otras cosas. En el fondo, el miedo más grande puede ser que al encontrarnos con Dios, nos encontremos con nuestra verdad.
María representa la otra dinámica: “Sentarse a sus pies”. No es una actitud cómoda o descomprometida, sino al contrario. “Sentarse” requiere cortar el ritmo de lo que uno venía haciendo y ponerse a los pies del Maestro para ser formados y recibir conocimientos. Requiere renuncia, disposición y generosidad. “Sentarse” invita a mirar con atención, a contemplar, a ir más allá de los impulsos e instintos. Estar reaccionando siempre a cada impulso termina agotando y enfermando. Por eso, hay que purificar la concepción de que ser libre es hacer muchas cosas, que ser activo es producir en el exterior de uno y que eso automáticamente transforma positivamente la realidad. El Señor señala como la primera y mejor parte, no la única, la que elige María. “Sentarse” y dar tiempo ayuda a tomar conciencia y darnos cuenta frente a quien se está. El discípulo de Jesús se sienta alrededor de Él para recibir su enseñanza y para que arda su corazón con el conocimiento de Dios. No es una escucha pasiva, contemplar su Palabra debe ir transformándonos por la fuerza de su espíritu. El auténtico discípulo es aquel que no busca alimentar al Maestro empleando para ello una frenética actividad, sino aquel que se alimenta del Maestro sentándose a sus pies. María también tiene su fragilidad y pecado, sus preocupaciones, problemas e interrogantes, sus luchas interiores. Pero escucha, y es la mejor respuesta a la turbación del alma. ¿Por qué es importante escuchar la Palabra de Jesús? Quien no es capaz de darse tiempo y serenidad para sentarse “a los pies de Jesús” pone en peligro su identidad de discípulo por no escuchar a su Señor. Un discípulo no es tal por seguir sin reflexionar la dinámica impuesta por la vida, sino por darle dinámica evangelizadora a la vida. Los deseos (aún con la mejor voluntad) por transformar y evangelizar el mundo, sin la escucha frecuente y atenta del Señor, pueden terminar errando su objetivo y terminar construyendo los propios intereses y proyectos.

Revisemos la actitud de conversión en la Posta para poder hospedar como discípulos

  • ¿Nos creemos dueños de los lugares imponiendo nuestros criterios? ¿Tratamos en las “casas” a los demás como si fueran objetos disponibles a nuestro antojo?
  • Cuando surgen conflictos, ¿planteamos nuestras hipótesis como si fueran la verdad absoluta? ¿Puedo discernir mi parte? ¿Pongo los problemas en el otro o reviso si no es parte de mi malestar?
  • ¿Tenemos criterios de utilidad y producción, de efectividad como si fuéramos una empresa? ¿Estamos agitados y agobiados? ¿Qué hacemos frente a eso?
  • ¿Es nuestro estar en la Iglesia y nuestras tareas un modo de intentar ganarnos el amor de Dios y de los demás? ¿Creemos que somos amados por nosotros mismos y no por lo que hagamos?
  • ¿Dedico tiempo al encuentro personal con el Señor o me justifico diciendo que las tareas me quitan el tiempo? ¿Podemos sentarnos, es decir, cortar el ritmo frenético de las cosas para escuchar serenamente al Señor? ¿Podemos sentarnos para tomar conciencia de quien es el Señor para recibir y alimentarnos de su enseñanza?
  • ¿Buscamos darle una dinámica evangelizadora a nuestra vida cotidiana?
Catedral de Morón

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