El 19 de Octubre de 2024 las chicas y los chicos del Centro Educativo y Terapéutico Rukalén celebraron con nosotros sus comuniones y confirmaciones en la Catedral de Morón.
Agenda de Conciertos | Noviembre 2024
Infancias Cantarinas | Adicora Gbon
DÍA 7: Novena a Nuestra Señora del Buen Viaje como “Iglesia Posta de Caminantes”
Madre enséñanos a ser un pueblo y una Iglesia hospitalaria y acogedora, a hacer honor a nuestra misión de ser la posta, el descanso, el refugio, el auxilio, el ánimo que anima a los caminantes.
(Mons. Jorge Vázquez, Homilía Fiestas Patronales 2018)
DÍA 6: Novena a Nuestra Señora del Buen Viaje como “Iglesia Posta de Caminantes”
Madre enséñanos a ser un pueblo y una Iglesia hospitalaria y acogedora, a hacer honor a nuestra misión de ser la posta, el descanso, el refugio, el auxilio, el ánimo que anima a los caminantes.
(Mons. Jorge Vázquez, Homilía Fiestas Patronales 2018)
Propuesta de oración para cada día
Este esquema es solo una propuesta, que puede adaptarse según convenga las circunstancias. La novena tiene distintos temas, que están acompañados por una cita bíblica. Tiene dos momentos, uno personal o comunitario de preparación para meditar el tema, y un segundo momento celebrativo en el templo. La propuesta sería:
- Primer momento de preparación
- Ponerse en presencia de Dios y Oración inicial a la Virgen del Buen Viaje.
- Cita bíblica.
- Reflexión y actualización del tema.
- Preguntas para ir meditándolo en la propia vida personal y comunitariamente.
- Segundo momento celebrativo
- Ponerse en la presencia de Dios y Oración a la Virgen del Buen Viaje.
- Cada día puede tener una intención especial.
- Acción de gracias por algún fruto de la meditación del día.
- Se puede seguir con el rezo del rosario, o con Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
- Oración de conclusión a la Virgen del Buen Viaje.
Día 6
La posta de caminantes como hospital de campaña
Lc. 10, 25-37
En el año 2013, el P Spadaro en una entrevista le preguntaba a Francisco: “¿De qué tiene la Iglesia mayor necesidad en este momento histórico? ¿Hacen falta reformas? ¿Cuáles serían sus deseos para la Iglesia de los próximos años? ¿Qué Iglesia ´sueña´?”. Francisco respondió: “Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas… Y hay que comenzar por lo más elemental”.
Francisco, con los pies en la tierra, piensa en las heridas que hoy nos tocan vivir, para después poder caminar hacia algún lugar. También a nosotros nos toca pensar en esto, en el momento presente que nos toca y las respuestas que debemos dar. No las que nos gustaría, no las ideales hacia las que podríamos tender. Las que hoy tenemos que atender. Incluso las más incómodas y cuestionadoras. Eso puede requerir dejar o posponer grandes proyectos para acompañar a los que más necesitan.
La mirada que Francisco tiene sobre la Iglesia está contextualizada, y es por eso que dice “Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla”. No idealiza ni espiritualiza. La que está gravemente herida hoy es la mismísima vida humana, su posibilidad, su legitimidad y sentido. Es importante preguntarse entonces, para discernir qué es lo que la ha herido y la sigue hiriendo, cual es la batalla a la que puede referirse el Papa. Si la Iglesia es posta de caminantes, no podemos hablar de caminos futuros si no nos ocupamos de las heridas presentes. Abordar el tema de las heridas no nos tiene que hacer caer en la tentación de que todo está mal o perdido. En el presente también hay muchas y hermosas realidades, fruto de la creatividad y de los distintos avances humanos. Pero será necesario discernir para evitar pesimismos o falsos optimismos. Por eso es necesario discernir evangélicamente la herida profunda que lastima a la humanidad del hombre actual. Hay que ir en búsqueda de la herida epocal.
En primer lugar, podemos pensar que la herida del mundo tiene que ver con una crisis de la economía provocada por la importancia que se la ha llegado a dar. Desde ella, cada vez más, se comprende toda la realidad, y reduce al ser humano como mero homo economicus, un ser de producción y consumo, sometido a los deseos y apetitos básicos y competencia, que genera explotación del hombre por el hombre. Es lo que Francisco llama la cultura del descarte: “hemos dado inicio a la cultura del ´descarte´ que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son ´explotados´ sino desechos, ´sobrantes´”. En esta nueva situación sufren los pobres, y también los ricos que son esclavos de posesiones y posiciones.
Pero se puede dar un paso hacia una herida más profunda, y que, de algún modo, explica la anterior. “En la crisis de la economía se manifiesta una crisis antropológica, una crisis acerca de la comprensión que el hombre actual tiene de sí mismo”.
La racionalidad que junto a la tecnología posibilita al ser humano dar pasos agigantados, le quita también la posibilidad de tomar conciencia, de darse cuenta lo que está pasando y lo que está pasándole. Es el corazón humano quien se enferma, padeciendo los devastadores efectos de la compulsión y del impulso irresistible, que generan depresión, tristeza, y, en lo más profundo, una inconsolable ausencia que afecta al hombre y a Dios. Al hombre, ausencia de lo que hace humano al ser humano. La crisis de racionalidad lo que provoca es que la verdad que antes nos sostenía, ahora somos nosotros quienes tenemos que sostenerla. El peso de la existencia deviene en un modo de vivir “libre” donde no se suma ningún compromiso (visto como un peso), se espera que “alguien” resuelva los propios problemas (me quiten el peso), o simplemente armar un “mundo cómodo” pensando que lo desechado deja de existir (eliminar peso cortando realidad).
La herida, que nos hiere y nos duele, es la de tener que replantearnos nuestra manera de ser humanos. Como nunca, se cargan las tintas en la obligación del hombre de tener que interpretarse a sí mismo de modo exhaustivo y acabado. Podría ser una hermosa oportunidad, pero se vive como una tarea que se lleva adelante con la bronca de lo que no fue, la tristeza de lo que no somos, y la angustia de buscar seguridades en medio de la incertidumbre de no saber hacia dónde ir.
Estas crisis convergentes que llevan a eclipsar el sujeto moderno nos dejan en una pregunta ¿quién ocupará ese lugar vacío? ¿Qué nueva comprensión e interpretación del hombre? No se puede eludir esta situación que heredamos y en la que estamos inmersos. La caída del humanismo progresista ha generado un anti-humanismo o post humanismo, la muerte de Dios y del hombre, y eso ha dejado una herida que aún debemos preguntarnos como asumirla y sanar. En el vacío o vaciamiento también está la oportunidad de la conversión y purificación idolátrica. Es una situación difícil, inédita, pero como dice Francisco: “en todos los momentos de la historia están presentes la debilidad humana, la búsqueda enfermiza de sí mismo, el egoísmo cómodo y, en definitiva, la concupiscencia que nos acecha a todos. Eso está siempre, con un ropaje o con otro; viene del límite humano más que de las circunstancias. Entonces, no digamos que hoy es más difícil; es distinto”.
El nuevo “apostolado” de la Iglesia hospital de campaña es el de ser capaz de curar heridas. Y esa tarea no pasa por discursos, sino por acciones concretas que comprometen la vida de quien necesita ser sanado. Para este nuevo apostolado, también es necesario aprender a preguntar: “Que inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar…” ¡Y cuantas veces hacemos preguntas tan inútiles! ¡Cuántas preguntas inútiles para sentir que nos ocupamos, sabiendo que esquivamos lo que realmente tendríamos que preguntar! Hacer preguntas verdaderas, incisivas, que ayuden a exponer la vida que se quiere acompañar y sanar. Solo sabe preguntar quién primero no tuvo miedo de aprender a preguntarse. Tampoco habrá que preguntar si no vamos a querer responder, ni decir soluciones de las que no nos vamos a comprometer. “Supongan que un hermano o hermana andan medio desnudos, o sin el alimento necesario, y uno de ustedes le dice: vayan en paz, abríguense y coman todo lo que quieran; pero no les dan lo que sus cuerpos necesitan, ¿de qué sirve?” (Sant 2,15) Aprender a acompañar las heridas no puede convertirse en un consultorio egocéntrico de alguien que disfruta de dar “las verdades de la vida”. Acompañar las heridas supone obras, y la generosidad de estar dispuesto a completar algo de lo que el herido no puede asumir por el momento. La motivación de hacerlo no es la vanidad, sino Dios que lo ha hecho antes por nosotros.
Entrar en el campo de batalla es una invitación a salir de la comodidad y de la indiferencia. Entrar en el campo de batalla es entrar en el corazón del hombre para descubrir lo que el otro incluso no se atreve a enfrentar solo. Por eso la Iglesia posta de caminantes, hospital de campaña, no experimenta con los doloridos, sino que debe prepararse para entrar en la experiencia del dolor. “Sus servicios deben ser tantos cuantos dolores hay en nuestras zonas” dijo Mons. Novak. En la Iglesia que es hospital de campaña deben plantearse nuevos ministerios que acompañen las nuevas situaciones de dolor. La salida al campo de batalla son las periferias, las fronteras, los conflictos, la oscuridad y la noche. En la misma entrevista Francisco describe el estilo de los ministros que se necesitan: “deben ser personas capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a sus noches y su oscuridad sin perderse”.
Tratar con la vida, curar heridas, y darle salud, será posible porque Dios derrama su Espíritu para la acción en el servicio y será entonces cuando el ministro pueda ser instrumento, y no obstáculo. El ministro debe “entrar en sus noches y oscuridad sin perderse”, es decir, no solo saber andar, sino también esperar. Deben tener la esperanza que supera toda derrota, porque no hay herida que Dios no pueda sanar: la más grande de la historia, la muerte y el pecado, ya han sido sanadas. No hay vida tan destrozada que no se pueda sanar, y creer en esa convicción será muchas veces la tarea más difícil, para el herido, y para el que sana. Se comienza a sanar cuando se encuentra una esperanza verdadera de salud. En latín salus es salud y salvación. La posta de caminantes se transforma en hospital de campaña cuando puede vivir y hacer vivir la alegría de la salvación.
Revisemos nuestro modo de hospedar y acercarnos al dolor de los peregrinos
- ¿Consideramos que la humanidad con la que nos encontramos puede estar herida? ¿Pensamos en la gravedad de esas heridas en el hombre concreto con el que nos encontramos? ¿Enfrentamos la herida de la crisis del hombre, que no encuentra sentido ni cómo vivir su humanidad? ¿Acompañamos las heridas que generan las presiones y exigencias desbordantes?
- ¿Cuáles son las heridas de la humanidad en la que vivimos? ¿Cuáles son las heridas que podemos tener los que miramos la realidad, con las cuales podemos estar condicionándola?
- ¿Enfrentamos las heridas que provocan el hombre reducido a economía y la cultura del descarte? ¿Atendemos las heridas de los ricos? ¿Atendemos las heridas de los pobres? ¿Qué hacemos frente a eso?
- ¿Enfrentamos la crisis de comprensión de Dios, que puede llevar a posturas críticas o negacionistas? ¿Cuáles son nuestras heridas como creyentes?
- ¿Abordamos las heridas presentes o preferimos hacer planes y proyectos futuros? ¿Sabemos preguntar a quien tiene una herida para ayudarlo en el camino de su curación? ¿Nuestro compromiso se traduce en obras concretas? ¿Nos formamos para acercarnos y acompañar distintas situaciones de dolor? ¿Acompañamos con esperanza al herido? ¿Sabemos brindarle esperanza?
Oración Día 6
DÍA 4: Novena a Nuestra Señora del Buen Viaje como “Iglesia Posta de Caminantes”
Madre enséñanos a ser un pueblo y una Iglesia hospitalaria y acogedora, a hacer honor a nuestra misión de ser la posta, el
descanso, el refugio, el auxilio, el ánimo que anima a los caminantes.(Mons. Jorge Vázquez, Homilía fiestas patronales 2018)
Propuesta de oración para cada día
Este esquema es solo una propuesta, que puede adaptarse según convenga las circunstancias. La novena tiene distintos temas, que están acompañados por una cita bíblica. Tiene dos momentos, uno personal o comunitario de preparación para meditar el tema, y un segundo momento celebrativo en el templo. La propuesta sería:
- Primer momento de preparación
- Ponerse en presencia de Dios y Oración inicial a la Virgen del Buen Viaje.
- Cita bíblica.
- Reflexión y actualización del tema.
- Preguntas para ir meditándolo en la propia vida personal y comunitariamente.
- Segundo momento celebrativo
- Ponerse en la presencia de Dios y Oración a la Virgen del Buen Viaje.
- Cada día puede tener una intención especial.
- Acción de gracias por algún fruto de la meditación del día.
- Se puede seguir con el rezo del rosario, o con Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
- Oración de conclusión a la Virgen del Buen Viaje.
Día 4
Jesús de Nazaret y los rasgos de santidad en su hospitalidad
Lc. 7, 36-50
Recorriendo los evangelios, nos encontramos con un Jesús caminante que se encuentra con muchas personas. Muchas veces encontramos a Jesús siendo hospedado, pero en ningún momento encontramos que Jesús hospede en una casa. ¿Hospeda? ¿Dónde? Jesús no tenía una posta donde recibir, o por lo menos, no era lo que se quiso mostrar de él. Su “posta” era su mismo cuerpo: “no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo” (Hb 10,5).
En cada encuentro con los que se cruzaban en su camino, podemos ver la universalidad de su acogida, el vacío interior necesario para que otros puedan encontrar ahí su lugar único y sean engendrados en la fe, y finalmente, la inversión que, en ciertos casos, hace que el huésped recibido por Jesús sea quien lo reciba. Pero la hospitalidad de Jesús de Nazaret se orienta hacia la incondicionalidad cuando, aceptando hasta el final el riesgo de la vulnerabilidad y el posible cambio del amigo en enemigo, pone en juego “toda” su existencia. Por ejemplo: «El que me va a entregar es uno de los que mojan su pan conmigo en el plato” (Mt 26, 23). En este punto de inflexión su hospitalidad se revela como santa y su santidad como hospitalaria. La novedad de la forma en que Jesús vive en el mundo se caracteriza por un cierto tipo de relación, comprometida con aquellos que se encuentra inesperadamente, y por el efecto que resulta de ello. Lo original del hospedar de Jesús no está relacionado con un lugar, sino que él mismo se hace lugar, y lo hace para todos. En él se ve claramente como “Dios no hace acepción de personas” (Hch 10, 34). Lo universal, el “para todos” es lo que lo distingue de otras posibilidades humanas de hospedar.
¿Cómo logra Jesús hospedar de ese modo? Es un estilo de hospedar en el que se combinan tres aspectos. El primero es la integridad que tiene consigo mismo, en una unidad de pensamiento, palabra y acción, en el que no hay lugar para la mentira. El segundo es la capacidad de empatía, es decir, simpatía y compasión con los demás, sea quien fuera, la posibilidad de ponerse en el lugar del otro sin abandonar jamás el propio lugar. El tercero es el mantenimiento de estas dos actitudes frente al enemigo, lo que implica una nueva relación con la vida y con la muerte, tal como lo ritualiza la última cena. Esto es posible porque su hospedar esta sostenido por aquel a quien él llama “Abba Padre”. Su hospitalidad santa solo se dejó a sí mismo en el cuerpo y la sangre en la Eucaristía. No necesitó hacer escritos ni construir monumentos. Comprendemos hoy la hospitalidad de Jesús por los primeros cristianos que empezaron a escribir a partir de sus experiencias de hospitalidad radicales en su apertura y en referencia al amor de Dios como viviente en medio de ellos.
La hospitalidad santa de Jesús se caracteriza por la capacidad de aprendizaje o desasimiento de si, y esto en beneficio de una presencia para “cualquiera sea”, aquí y ahora. Los relatos evangélicos nos muestran que cuando le toca hablar de sí mismo posterga constantemente la cuestión de su identidad, rehusándose a que sea fijada prematuramente. Actitud que es expresión de su singular capacidad para aprender de “todo aquel que venga”, así como de cualquier situación nueva que se le presente. De este modo crea un espacio de libertad a su alrededor y proximidad bienhechora a aquellos que vienen a su encuentro. Este espacio de vida les permite, por un lado, descubrir su propia identidad, y por otro, acceder al conocimiento del Señor a partir de lo que ya los habita en profundidad, y que súbitamente se expresa en un acto de fe. Fruto que Jesús sabe reconocer y valorar en el que está enfrente. Jesús de Nazareth es el Hijo de Dios. Suspender momentáneamente la cuestión de su propia identidad y anular los efectos sobrenaturales de su presencia, abren un espacio de amplitud y profundidad. Es ahí donde otros pueden designarlo e identificarlo, al mismo tiempo que se identifican en su propia ´unicidad´; y es justamente ahí, en ese espacio de vida, donde la ´misteriosa´ identidad del nazareno es capaz de atravesarlos.
Lejos de ser una expresión de debilidad, el desasimiento de sí y su capacidad de aprendizaje, son más bien el signo de una autoridad o de una fuerza cuyo secreto es su concordancia consigo mismo. Irradia vida, pero con un resplandor, sin embargo, que no encandila, sino que se vuelve discreto, e incluso se desvanece en beneficio de “cualquiera sea”. La novedad, tal como emerge con Jesús, “re-encuadra” lo antiguo haciéndolo ver y escuchar de una manera nueva, lanzando así nuevamente la historia de una manera complemente diferente. Se trata de una manera “hospitalaria” de ubicarse en medio de los muchos modos de habitar un mismo mundo cotidiano y de situarse en relación con ellos. Encontrarse con el Nazareno, contemplarlo en su hospedar y experimentarlo confiadamente siendo hospedados hará que nuestra comprensión, experiencia y experimentar a otros pueda realmente llegar hasta los límites de la santidad.
Revisemos nuestra identificación con Jesús y el modo de vivir la hospitalidad como santidad
- ¿Podemos hospedar en el propio cuerpo, dar espacio interior para recibir y que crezca la vida del otro? ¿Puedo correrme y correr mis cosas para darle lugar? ¿Aceptamos recibir a todos, sin acepción de personas o ponemos condiciones de categoría de personas?
- ¿Buscamos la integridad, es decir, la coherencia entre el pensamiento, las palabras y las acciones? ¿Tenemos empatía para ponernos en el lugar de lo que está viviendo el otro? ¿Podemos frente al enemigo o traidor hospedar sin reclamarles nada, sostenidos por el amor del Padre?
- ¿Somos capaces de aprender de toda persona que se acerca? ¿Damos libertad y confianza para quien quiera acercarse? ¿Mi modo de hospedar se hace anuncio de Buena Noticia?
- ¿Damos espacio y tiempo para que surja la fe que ya habita en lo profundo del otro y que quizás aún no conoce o descubre? ¿Sabemos reconocerlo y valorarlo?
- ¿Podemos ser capaces de irradiar vida sin que eso encandile y que otros puedan hacer crecer sus vidas?
Oración Día 4
DÍA 3: Novena a Nuestra Señora del Buen Viaje como “Iglesia Posta de Caminantes”
Madre enséñanos a ser un pueblo y una Iglesia hospitalaria y acogedora, a hacer honor a nuestra misión de ser la posta, el
descanso, el refugio, el auxilio, el ánimo que anima a los caminantes.(Mons. Jorge Vázquez, Homilía fiestas patronales 2018)
Propuesta de oración para cada día
Este esquema es solo una propuesta, que puede adaptarse según convenga las circunstancias. La novena tiene distintos temas, que están acompañados por una cita bíblica. Tiene dos momentos, uno personal o comunitario de preparación para meditar el tema, y un segundo momento celebrativo en el templo. La propuesta sería:
- Primer momento de preparación
- Ponerse en presencia de Dios y Oración inicial a la Virgen del Buen Viaje
- Cita bíblica
- Reflexión y actualización del tema
- Preguntas para ir meditándolo en la propia vida personal y comunitariamente.
- Segundo momento celebrativo
- Ponerse en la presencia de Dios y Oración a la Virgen del Buen Viaje
- Cada día puede tener una intención especial
- Acción de gracias por algún fruto de la meditación del día
- Se puede seguir con el rezo del rosario, o con Padrenuestro, Avemaría y Gloria
- Oración de conclusión a la Virgen del Buen Viaje
Día 3
Fenomenología de la Hospitalidad humana
Jn 4 , 5-30
Hospitalidad es una palabra que hoy está muy valorada. Es una experiencia del ser humano, de todos los tiempos y lugares. Meditemos profundizando en su contenido para una experiencia más consciente de sus posibilidades, pero también de sus problemáticas. La hospitalidad no es una relación de comunicación abstracta, o una negociación de intereses. La hospitalidad involucra y compromete la propia vida y la ajena. La invitación es poder llevar la experiencia de hospitalidad humana hasta los límites posibles de la santidad.
Todo ser humano está en relación a un espacio en el que recibe y construye cultura, que podemos llamar como mi hogar o nuestro hogar. Pero al mismo tiempo es dinámico y se encuentra con otros espacios diferentes formándose “fronteras” y “barreras”, que, sin valorar positiva o negativamente, nos ponen ante la pregunta de cómo atravesarlas. Sería totalmente ilusorio soñar con un mundo sin fronteras y sin pluralidad de lenguas y culturas, y, por lo tanto, sin distinción entre ´hogar´ y ´en otro lugar´. Pero también sería mortal y esterilizador creer que uno puede encerrarse en su propia cultura.
El origen de la misma palabra hospitalidad nos ayuda a darnos cuenta de su complejidad. Porque para el griego, huésped y extranjero tenían la misma palabra, (xénos). Ese encuentro podía llevar a una experiencia de hospitalidad u hostilidad. En latín sucede algo parecido, donde “hospes” (huesped) y “hostis” (enemigo) tienen la misma raíz.
Huésped es todo el que llega desde afuera del grupo de origen y es recibido en su condición de tal. Para el que recibe a otro “en su hogar”, la hospitalidad representa un verdadero riesgo, porque no sabe de antemano a quien acoge, quien es ese huésped que se presenta inesperadamente en su hogar. Y aun cuando fuera una persona conocida en otros ámbitos, no tiene el conocimiento de cómo podría ser viviendo como huésped. Es un otro, alguien distinto, un intruso que interfiere en mis costumbres y hábitos. En el punto de partida, por lo tanto, es necesario hacer un acto de confianza, de fe elemental, porque hasta que no cruce el umbral de la puerta no se puede saber si lo hará como amicus (amigo) o inimicus (enemigo). El que es acogido también asume riesgos: en su situación de precariedad, el que recibe puede imponerle sus leyes, sus criterios, costos de cualquier tipo que debe pagar para merecer ese lugar que requiere, incluso quedar esclavo de las necesidades de su anfitrión.
En el comienzo de esa relación no hay una simetría entre quien pide hospitalidad y el que la ofrece. Es un hecho que no se puede negar. Solo al final podría darse un camino de reciprocidad. La asimetría del comienzo es constitutiva y hay que resolverla. Por lo tanto, la hospitalidad involucra tanto al anfitrión que hospeda como al huésped que es hospedado, en un camino que deben recorrer juntos, para lo cual ambos necesitan confianza en el otro. Los caminos no pueden ser moldes prestablecidos, deben buscarse desde la originalidad de cada persona en la infinidad de variantes de situaciones que puedan presentarse.
La causa por la cual se busca hospedaje puede ser por muy diferentes razones: desplazados por la fuerza, pero también por cuestiones económicas, lingüísticas, socioculturales, afectivas, religiosas. Aún con las mejores intenciones del que recibe y el que es recibido, la apertura de la puerta y el primer contacto efectivo que se establece no significan que el huésped y el anfitrión comiencen un tiempo de paz. Puede haber una violencia más o menos indeterminada o explicita. El que es acogido puede instalarse en esa posición y no querer o no poder abandonar la asimetría, quedando en una actitud defensiva. El que acoge, entonces, se enfrenta al descaro de su huésped que parece utilizarlo haciendo una excesiva hospitalidad gratuita de la que se aprovecha. Pero en la mayoría de los casos se da la ambivalencia, el malentendido o la falta de claridad. Eso también puede conducir a la violencia si no se quiere escuchar o entender, o puede transformarse en un deseo de acuerdo.
El camino del malentendido al acuerdo pasa por una interrogación, y en particular por una auto-interrogación. Si uno puede cuestionarse en ese encuentro y tomar conciencia de su propia vulnerabilidad, puede entender la situación de vulnerabilidad del otro que demanda cuidado. Si lo que se ofrece no es simplemente un lugar, sino que uno se ofrece a sí mismo, podrá lograr despertar la confianza del otro, evitando las defensas o ataques, y permitiendo o haciendo más posible su entrega. Llegados a este punto es que se puede hablar de simetría. Y también de reciprocidad entre ambas partes. De este modo, el que acoge puede ser acogido por el otro. Ese camino no es fruto de estrategias o manipulaciones, se trata más bien de un acontecimiento imprevisible, que forma parte de la gratuidad, que es el corazón mismo de toda hospitalidad.
Por último, hay que considerar que la hospitalidad tiene un carácter provisorio. Si bien el encuentro debe transformar a ambas partes en un vínculo de reciprocidad, en algún momento sucederá la partida. Ni el anfitrión buscará retener, ni el huésped desear establecerse indefinidamente. Recibir sabiendo que se irá, establecerse sabiendo que partirá. El desafío es saber el momento oportuno. Cuando llegar, cuando partir. El huésped puede seguir su propio camino y construir su propio hogar. Y el anfitrión volver a construir su hogar con lo que ha recibido de su huésped. Entender ese modo de hospitalidad es lo que permite que la “posta” sea de caminantes.
Revisemos nuestra experiencia humana de hospedar
- ¿Qué capacidad tenemos de recibir a desconocidos? ¿Qué hacemos frente a sus costumbres distintas a las nuestras? ¿Tenemos una actitud de confianza en el que llega, aun cuando no lo conocemos?
- El que llega, ¿se siente cómodo, recibido, o termina siendo esclavo de nuestras disposiciones? ¿Marcamos diferencia y nos mostramos superiores? ¿hacemos sentir menos o inferior al que llega?
- ¿Somos capaces de aceptar y resolver diferencias? ¿Buscamos aclarar cuando hay puntos de vista distintos? ¿Estamos dispuestos a hacer acuerdos con quien llega y nos muestra o propone aspectos que no habíamos pensado?
- ¿Podemos aceptar y mostrar nuestra vulnerabilidad frente al extraño que llega? ¿Buscamos lograr simetría, pensarnos en una situación de igualdad, reciprocidad de vínculos, de acoger y ser acogidos?
- ¿Podemos plantear lo provisorio de esos encuentros sin que eso quite la importancia? ¿Pensamos en el momento oportuno para recibir y despedir?
DÍA 2: Novena a Nuestra Señora del Buen Viaje como “Iglesia Posta de Caminantes”
Madre enséñanos a ser un pueblo y una Iglesia hospitalaria y acogedora, a hacer honor a nuestra misión de ser la posta, el
descanso, el refugio, el auxilio, el ánimo que anima a los caminantes.(Mons. Jorge Vázquez, Homilía fiestas patronales 2018)
Propuesta de oración para cada día
Este esquema es solo una propuesta, que puede adaptarse según convenga las circunstancias.
La novena tiene distintos temas, que están acompañados por una cita bíblica. Tiene dos
momentos, uno personal o comunitario de preparación para meditar el tema, y un segundo
momento celebrativo en el templo. La propuesta sería:
- Primer momento de preparación
- Ponerse en presencia de Dios y Oración inicial a la Virgen del Buen Viaje
- Cita bíblica
- Reflexión y actualización del tema
- Preguntas para ir meditándolo en la propia vida personal y comunitariamente.
- Segundo momento celebrativo
- Ponerse en la presencia de Dios y Oración a la Virgen del Buen Viaje
- Cada día puede tener una intención especial
- Acción de gracias por algún fruto de la meditación del día
- Se puede seguir con el rezo del rosario, o con Padrenuestro, Avemaría y Gloria
- Oración de conclusión a la Virgen del Buen Viaje
Día 2
Hospitalidad, conversión y discipulado. Peligros de la posesión y la prisa
Lc. 10, 38- 42
Para poder profundizar en el tema de la hospitalidad, nos conviene tener una posición de discípulos. Una cosa es pensar en hospitalidad, y otra distinta su ejercicio. Una cosa es pensar cómo puedo hospedar, y otra distinta es tener alguien enfrente para hacerlo, porque no siempre sabemos reaccionar o actuar de la mejor manera.
En el Evangelio de Lucas encontramos una escena interesante para nuestro abordaje: el encuentro de Jesús con Marta y María (Lc 10, 38- 42). Allí vemos que el servicio puede tener dos dinámicas con leyes y criterios distintos: los que sirven desde las cosas de este mundo (= Marta); y los que sirven desde la voluntad de Dios (= María), que necesariamente lleva la experiencia de vida a la oración. Veamos estas dos dinámicas.
Marta nos ilustra la primera dinámica. Podríamos decir que por Marta llegó Jesús a María, ella fue el instrumento de ese encuentro, y en ese sentido, un bien invalorable para su hermana. Pero no es suficiente, porque también Marta parece la dueña de la casa: es “su” casa. Ella puede invitar, recibir, o marginar. Sentirse dueño de un lugar es disponer a propio antojo de quien entra, sale o queda afuera. Tener posesión de un lugar puede llevarnos a creer que los otros también son posesiones de las que puedo apropiarme o descartar. Disponer de la casa puede llevarnos a disponer de vidas que no son nuestras. Y cuando queda ese modo de actuar, podemos aplicarlo también en lugares que no son nuestros. Marta cree que le está diciendo a Jesús una verdad de su modo de ser y actuar. Pero esa es una conclusión de lo que supone sin comprobarlo. Dice lo que le parece, sin pensar ni discernir. Pone en Jesús un problema (no te importa) cuando lo que expresa es su propio sentimiento (no me siento importante). A pesar de decirle Maestro, Marta se desubica y quiere enseñarle. Marta le da órdenes a Jesús (dile que me ayude) y espera que confirme su autoridad frente a María. Le dice a Jesús lo que tiene que hacer pensando qué es lo mejor para ella y para su hermana. Se pone a dar órdenes, en vez de obedecer. Puede mezclarse en ella el deseo de “servirlo mejor” con los sentimientos sobre su hermana a la que quiere dominar. En el nombre de Dios podemos hacer cosas que en realidad, solo son una justificación de nuestra fragilidad o pecado. Una buena causa, una mala motivación. Marta piensa que María está perdiendo el tiempo. Ella está en una dinámica de utilidad y producción, de hacer y ser eficiente, de acciones que se plasman en cosas visibles. Desde esa lógica, lo que María hace no tiene sentido y pierde el tiempo. Lo importante está haciéndolo ella. Y así va diciendo que es lo importante y que no, imponiendo sus leyes y criterios. Marta se agita y se preocupa. No se da cuenta de su estado interior, y es Jesús quien le hace de espejo. Podemos caer en el error de pensar que por estar en las cosas de Dios somos automáticamente espirituales. O creer que por hacer muchas cosas tenemos más fe. Buscando un aparente bien, que Jesús este cómodo en su casa, pierde su bienestar, su tranquilidad, su paz. En lugar de que el servicio dilate su corazón con actos de amor, termina encerrada en sus preocupaciones. Porque la pre-ocupación de sus pensamientos no deja lugar a la ocupación. Así pierde presencia y calidad de servicio. Marta necesita tener algo (la casa) y hacer algo (servir) para sentir que tiene derecho o méritos. Cree que se “ganó” la visita, que “le es debida” y no que Jesús pasa porque quiere. Marta piensa que tiene que ganarse o comprar el amor, si no tuviera nada, si no hiciera nada, ¿sería alguien capaz de aceptarla y amarla por lo que ella es? No conoce la libertad y gratuidad de Jesús para amarla por sí misma, antes e incluso más allá de lo que haga. Marta prefiere estar en las cosas de Jesús, y no con Jesús. En el fondo, Marta nos muestra como a veces preferimos quedarnos sirviendo a los demás y postergando nuestra relación personal con el Señor. El servicio también puede ser un entretenimiento o escape para no enfrentarnos con las cuestiones más profundas. Mirar hacia afuera, para no tener que mirar hacia adentro. El encuentro íntimo con Dios puede generarnos miedo o vergüenza, y podemos evitarlo compensándolo con otras cosas. En el fondo, el miedo más grande puede ser que al encontrarnos con Dios, nos encontremos con nuestra verdad.
María representa la otra dinámica: “Sentarse a sus pies”. No es una actitud cómoda o descomprometida, sino al contrario. “Sentarse” requiere cortar el ritmo de lo que uno venía haciendo y ponerse a los pies del Maestro para ser formados y recibir conocimientos. Requiere renuncia, disposición y generosidad. “Sentarse” invita a mirar con atención, a contemplar, a ir más allá de los impulsos e instintos. Estar reaccionando siempre a cada impulso termina agotando y enfermando. Por eso, hay que purificar la concepción de que ser libre es hacer muchas cosas, que ser activo es producir en el exterior de uno y que eso automáticamente transforma positivamente la realidad. El Señor señala como la primera y mejor parte, no la única, la que elige María. “Sentarse” y dar tiempo ayuda a tomar conciencia y darnos cuenta frente a quien se está. El discípulo de Jesús se sienta alrededor de Él para recibir su enseñanza y para que arda su corazón con el conocimiento de Dios. No es una escucha pasiva, contemplar su Palabra debe ir transformándonos por la fuerza de su espíritu. El auténtico discípulo es aquel que no busca alimentar al Maestro empleando para ello una frenética actividad, sino aquel que se alimenta del Maestro sentándose a sus pies. María también tiene su fragilidad y pecado, sus preocupaciones, problemas e interrogantes, sus luchas interiores. Pero escucha, y es la mejor respuesta a la turbación del alma. ¿Por qué es importante escuchar la Palabra de Jesús? Quien no es capaz de darse tiempo y serenidad para sentarse “a los pies de Jesús” pone en peligro su identidad de discípulo por no escuchar a su Señor. Un discípulo no es tal por seguir sin reflexionar la dinámica impuesta por la vida, sino por darle dinámica evangelizadora a la vida. Los deseos (aún con la mejor voluntad) por transformar y evangelizar el mundo, sin la escucha frecuente y atenta del Señor, pueden terminar errando su objetivo y terminar construyendo los propios intereses y proyectos.
Revisemos la actitud de conversión en la Posta para poder hospedar como discípulos
- ¿Nos creemos dueños de los lugares imponiendo nuestros criterios? ¿Tratamos en las “casas” a los demás como si fueran objetos disponibles a nuestro antojo?
- Cuando surgen conflictos, ¿planteamos nuestras hipótesis como si fueran la verdad absoluta? ¿Puedo discernir mi parte? ¿Pongo los problemas en el otro o reviso si no es parte de mi malestar?
- ¿Tenemos criterios de utilidad y producción, de efectividad como si fuéramos una empresa? ¿Estamos agitados y agobiados? ¿Qué hacemos frente a eso?
- ¿Es nuestro estar en la Iglesia y nuestras tareas un modo de intentar ganarnos el amor de Dios y de los demás? ¿Creemos que somos amados por nosotros mismos y no por lo que hagamos?
- ¿Dedico tiempo al encuentro personal con el Señor o me justifico diciendo que las tareas me quitan el tiempo? ¿Podemos sentarnos, es decir, cortar el ritmo frenético de las cosas para escuchar serenamente al Señor? ¿Podemos sentarnos para tomar conciencia de quien es el Señor para recibir y alimentarnos de su enseñanza?
- ¿Buscamos darle una dinámica evangelizadora a nuestra vida cotidiana?