DÍA 4: Novena a Nuestra Señora del Buen Viaje como “Iglesia Posta de Caminantes”

Madre enséñanos a ser un pueblo y una Iglesia hospitalaria y acogedora, a hacer honor a nuestra misión de ser la posta, el
descanso, el refugio, el auxilio, el ánimo que anima a los caminantes
.

(Mons. Jorge Vázquez, Homilía fiestas patronales 2018)

Propuesta de oración para cada día

Este esquema es solo una propuesta, que puede adaptarse según convenga las circunstancias. La novena tiene distintos temas, que están acompañados por una cita bíblica. Tiene dos momentos, uno personal o comunitario de preparación para meditar el tema, y un segundo momento celebrativo en el templo. La propuesta sería:

  • Primer momento de preparación
  1. Ponerse en presencia de Dios y Oración inicial a la Virgen del Buen Viaje.
  2. Cita bíblica.
  3. Reflexión y actualización del tema.
  4. Preguntas para ir meditándolo en la propia vida personal y comunitariamente.
  • Segundo momento celebrativo
  1. Ponerse en la presencia de Dios y Oración a la Virgen del Buen Viaje.
  2. Cada día puede tener una intención especial.
  3. Acción de gracias por algún fruto de la meditación del día.
  4. Se puede seguir con el rezo del rosario, o con Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
  5. Oración de conclusión a la Virgen del Buen Viaje.

Día 4
Jesús de Nazaret y los rasgos de santidad en su hospitalidad

Lc. 7, 36-50

Recorriendo los evangelios, nos encontramos con un Jesús caminante que se encuentra con muchas personas. Muchas veces encontramos a Jesús siendo hospedado, pero en ningún momento encontramos que Jesús hospede en una casa. ¿Hospeda? ¿Dónde? Jesús no tenía una posta donde recibir, o por lo menos, no era lo que se quiso mostrar de él. Su “posta” era su mismo cuerpo: “no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo” (Hb 10,5).
En cada encuentro con los que se cruzaban en su camino, podemos ver la universalidad de su acogida, el vacío interior necesario para que otros puedan encontrar ahí su lugar único y sean engendrados en la fe, y finalmente, la inversión que, en ciertos casos, hace que el huésped recibido por Jesús sea quien lo reciba. Pero la hospitalidad de Jesús de Nazaret se orienta hacia la incondicionalidad cuando, aceptando hasta el final el riesgo de la vulnerabilidad y el posible cambio del amigo en enemigo, pone en juego “toda” su existencia. Por ejemplo: «El que me va a entregar es uno de los que mojan su pan conmigo en el plato” (Mt 26, 23). En este punto de inflexión su hospitalidad se revela como santa y su santidad como hospitalaria. La novedad de la forma en que Jesús vive en el mundo se caracteriza por un cierto tipo de relación, comprometida con aquellos que se encuentra inesperadamente, y por el efecto que resulta de ello. Lo original del hospedar de Jesús no está relacionado con un lugar, sino que él mismo se hace lugar, y lo hace para todos. En él se ve claramente como “Dios no hace acepción de personas” (Hch 10, 34). Lo universal, el “para todos” es lo que lo distingue de otras posibilidades humanas de hospedar.
¿Cómo logra Jesús hospedar de ese modo? Es un estilo de hospedar en el que se combinan tres aspectos. El primero es la integridad que tiene consigo mismo, en una unidad de pensamiento, palabra y acción, en el que no hay lugar para la mentira. El segundo es la capacidad de empatía, es decir, simpatía y compasión con los demás, sea quien fuera, la posibilidad de ponerse en el lugar del otro sin abandonar jamás el propio lugar. El tercero es el mantenimiento de estas dos actitudes frente al enemigo, lo que implica una nueva relación con la vida y con la muerte, tal como lo ritualiza la última cena. Esto es posible porque su hospedar esta sostenido por aquel a quien él llama “Abba Padre”. Su hospitalidad santa solo se dejó a sí mismo en el cuerpo y la sangre en la Eucaristía. No necesitó hacer escritos ni construir monumentos. Comprendemos hoy la hospitalidad de Jesús por los primeros cristianos que empezaron a escribir a partir de sus experiencias de hospitalidad radicales en su apertura y en referencia al amor de Dios como viviente en medio de ellos.
La hospitalidad santa de Jesús se caracteriza por la capacidad de aprendizaje o desasimiento de si, y esto en beneficio de una presencia para “cualquiera sea”, aquí y ahora. Los relatos evangélicos nos muestran que cuando le toca hablar de sí mismo posterga constantemente la cuestión de su identidad, rehusándose a que sea fijada prematuramente. Actitud que es expresión de su singular capacidad para aprender de “todo aquel que venga”, así como de cualquier situación nueva que se le presente. De este modo crea un espacio de libertad a su alrededor y proximidad bienhechora a aquellos que vienen a su encuentro. Este espacio de vida les permite, por un lado, descubrir su propia identidad, y por otro, acceder al conocimiento del Señor a partir de lo que ya los habita en profundidad, y que súbitamente se expresa en un acto de fe. Fruto que Jesús sabe reconocer y valorar en el que está enfrente. Jesús de Nazareth es el Hijo de Dios. Suspender momentáneamente la cuestión de su propia identidad y anular los efectos sobrenaturales de su presencia, abren un espacio de amplitud y profundidad. Es ahí donde otros pueden designarlo e identificarlo, al mismo tiempo que se identifican en su propia ´unicidad´; y es justamente ahí, en ese espacio de vida, donde la ´misteriosa´ identidad del nazareno es capaz de atravesarlos.
Lejos de ser una expresión de debilidad, el desasimiento de sí y su capacidad de aprendizaje, son más bien el signo de una autoridad o de una fuerza cuyo secreto es su concordancia consigo mismo. Irradia vida, pero con un resplandor, sin embargo, que no encandila, sino que se vuelve discreto, e incluso se desvanece en beneficio de “cualquiera sea”. La novedad, tal como emerge con Jesús, “re-encuadra” lo antiguo haciéndolo ver y escuchar de una manera nueva, lanzando así nuevamente la historia de una manera complemente diferente. Se trata de una manera “hospitalaria” de ubicarse en medio de los muchos modos de habitar un mismo mundo cotidiano y de situarse en relación con ellos. Encontrarse con el Nazareno, contemplarlo en su hospedar y experimentarlo confiadamente siendo hospedados hará que nuestra comprensión, experiencia y experimentar a otros pueda realmente llegar hasta los límites de la santidad.

Revisemos nuestra identificación con Jesús y el modo de vivir la hospitalidad como santidad

  • ¿Podemos hospedar en el propio cuerpo, dar espacio interior para recibir y que crezca la vida del otro? ¿Puedo correrme y correr mis cosas para darle lugar? ¿Aceptamos recibir a todos, sin acepción de personas o ponemos condiciones de categoría de personas?
  • ¿Buscamos la integridad, es decir, la coherencia entre el pensamiento, las palabras y las acciones? ¿Tenemos empatía para ponernos en el lugar de lo que está viviendo el otro? ¿Podemos frente al enemigo o traidor hospedar sin reclamarles nada, sostenidos por el amor del Padre?
  • ¿Somos capaces de aprender de toda persona que se acerca? ¿Damos libertad y confianza para quien quiera acercarse? ¿Mi modo de hospedar se hace anuncio de Buena Noticia?
  • ¿Damos espacio y tiempo para que surja la fe que ya habita en lo profundo del otro y que quizás aún no conoce o descubre? ¿Sabemos reconocerlo y valorarlo?
  • ¿Podemos ser capaces de irradiar vida sin que eso encandile y que otros puedan hacer crecer sus vidas?

Oración Día 4

Catedral de Morón

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