En este anochecer, nos encontramos juntos como Iglesia de Morón. Iglesia que camina con toda su gente, así como también en Hurlingham e Ituzaingó. Nos dimos cita para celebrar a la Virgen, nuestra madre. Celebrar especialmente a esta madre que aquí la llamamos la del Buen Viaje. Es decir, la que camina con nosotros. La Virgen que sale, que no se queda. Que no está solamente aquí adentro. La Virgen sale, visita nuestros hogares. Visita nuestros lugares de encuentro.
María está presente. Esta Madre del Buen Viaje está en la estación, en los colectivos, está manera, diríamos, espiritual protegiendo y animando a la gente que camina y que transita.
Por eso nosotros somos ante todo caminantes. Somos peregrinos. Somos un pueblo de peregrinos caminantes que queremos caminar juntos. Es el lema que tenemos desde hace tres años, y que le da sentido también a nuestro Sínodo Diocesano. Recuerden que SÍNODO significa “Caminar Juntos”. Y eso es ser Iglesia de Jesús, la Iglesia de la Virgen, la Iglesia que camina. Que, como la Virgen, no se queda, sino que sale al encuentro. Y fíjense que esta palabra nos ayuda a entender otra cosa: Que importante es que nuestros caminos nos lleven al encuentro. En primer lugar, al encuentro entre todos nosotros. Este encuentro que nos une, a vivir esa unidad y esa fraternidad. A crear entonces esa cultura, esa manera de vivir y de ser que es saber encontrarnos.
La Virgen nos anima porque ella también sale al encuentro. Salió al encuentro cuando supo que su prima Isabel estaba embarazada. Y no se quedó, ella también estaba embarazada. Sino que partió caminando para servir a su prima. Por eso nosotros caminamos juntos, encontrándonos para servir. También escuchamos el Evangelio de hoy como nos define la Virgen: “yo soy la servidora del Señor”. ¿Quiénes somos nosotros? ¿Qué somos? ¿Qué es el obispo, Qué somos los sacerdotes, los laicos y todo este Pueblo?: Servidores. Estamos para servir, no para servirnos. Queremos entonces una Iglesia que sale, que genera encuentros, una Iglesia Servidora. Y que se detiene especialmente ante aquél que está caído en el camino. Ante el que sufre y no tiene una mano fraterna que se le tienda. Sobre todo haciéndonos cargo de los que menos tienen, levantando heridos y optando por los más pobres. Quiero recordar una frase que la dijo el Papa Francisco, pero mucho antes allá por los años 60 el Papa Bueno, San Juan XXIII en la Basílica Vaticana: “Quiero y sueño con una Iglesia pobre, para los pobres”.
Francisco dijo esto el 14 de marzo de 2013 junto a los periodistas. Con mucha humildad yo también quiero aceptar ese desafío: Iglesia pobre para los pobres. Que no significa miseria, La pobreza ante todo es despojarse de uno mismo, de las pretensiones que a veces tenemos, del orgullo, etc. Entonces una Iglesia también pobre para los pobres, la Iglesia del Evangelio, la Iglesia de Jesús servidor. De Jesús que se hizo uno más de nosotros. Hoy en la fiesta de la Inmaculada celebramos también a la Iglesia de la esperanza.
Estamos también en el tiempo de Adviento. Queremos ser una Iglesia de Esperanza. Queremos llevar esperanza a todos, La Virgen, ¿Por qué es nuestra esperanza? Cuando la miramos encontramos en ella, sobre todo en esta imagen de la Inmaculada Concepción, aquella que no tiene maldad. Que no hay mancha en su corazón. Aquella que es toda santa. Toda llena de gracia. Así la llama el Ángel: “Alégrate María, llena de gracia”; que es como decirle también, “Alégrate María, amada de Dios”. Sos amada, elegida, y eso somos también cada uno de nosotros. Somos los amados y las amadas de Dios. Y lo tenemos que vivir, es un desafío. Vivir desde el amor, vivir desde la alegría, y convertirlo en misión. Porque la misión que queremos realizar en este sínodo y especialmente en este año es llevar alegría y esperanza.
Hay algo que quisiera decirles: vamos a profundizar la convocatoria al bautismo. En esta Catedral en el mes de Octubre celebramos 400 bautismos un sábado entre las 10 de la mañana y las 5 de la tarde. Una fila enorme de gente que simplemente por el anuncio vino a bautizarse. Y no vino porque la obligaron, no se pusieron trabas, lo único que se pedía era el certificado de nacimiento o el DNI. Entonces, la misión es el bautismo, convocar a bautismo. El sábado lo hicimos en la parroquia de Haedo, y hubo 100 personas que vinieron a bautizarse, y algunos ancianos, jóvenes; en todos reinaba la alegría. Por eso a mí me confirma que es el camino. Esta Iglesia de Morón va a salir y profundizar esta convocatoria porque el bautismo nos hace hijos amados de Dios. Es un regalo, un don que hace Dios. ¿Y quién llama al bautismo? ¿El Obispo? ¿Los Sacerdotes? No, el que llama es Dios. Y nosotros no podemos interferir en el llamado de Dios poniendo condiciones que a veces carecen de todo sentido.
Entonces, en este Año Jubilar, año de alegría, año santo al que damos comienzo, el bautismo y la misión. El bautismo afuera, no solamente adentro.
Perdón que me extienda, pero les quiero comentar algo. Hoy, hace 60 años, yo tomaba la primera comunión. Era un chiquito, así como ustedes, chicos. No era la segunda sino la primera, porque se solía hacer así en esa época, en la Parroquia de la Virgen del Carmen, allá en Lomas de Zamora. Y hoy recordaba bastante a mi barrio y a mi familia. Chicos, hoy van a recibir a Jesús de nuevo.